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Ya (no) votamos ¿y ahora qué?

  • Revista Afluente
  • 6 jun 2021
  • 5 Min. de lectura

Querid@s lectores:


Como es bien sabido, hoy domingo 6 de junio se llevaron a cabo las elecciones intermedias a lo largo de todo el país. Lo más seguro es que en estos momentos aquell@s ciudadan@s elegidos funcionarios de casilla se encuentran contando y registrando cada uno de los votos emitidos. Ahora que concluye el proceso electoral, nos encontramos a la espera de los primeros resultados. Los cuales saldrán aproximadamente a las once de la noche por cadena nacional. Personalmente, me gustaría lanzar una invitación a la sociedad, a las personas que votaron e incluso a los que no lo hicieron.


Tal vez se pregunten, ¿qué tienen que ver los unos con los otros? Permítanme explicarles en breve.

Deliberar, opinar, votar y ACCIONAR


Más allá de felicitaciones por participar en la supuesta “fiesta democrática” de México o de quejarnos y hundirnos en el peor de los pesimismos políticos al decir “que todos son una bola de corruptos” y por ende votar no sirve para nada, quisiera hacer un llamada a cada una de las personas en este país para pasar de una CIUDADANÍA PASIVA a una CIUDADANÍA ACTIVA. El mito del ciudadan@ pasivo, aquel que solo vota cada tres años, es el molde perfecto para nuestros actuales candidat@s y polític@s.


Les hemos dejado la democracia y como consecuencia de ello, nuestro poder político en charola de plata, nos hemos convertido en un simple número que refleja las ambiciones maquilladas de los partidos hegemónicos de nuestro sistema político.


Números que después son utilizados para legitimar al ganador, de esta forma tanto el INE como los actuales partidos y el Estado mexicano pueden levantarse el cuello y decir que existe la democracia en México. Sin embargo, esta no es la democracia que merecemos cada uno de nosotr@s. Solo hemos votado, pero NO hemos deliberado, opinado o accionado en la maquinaria política por temor o desconocimiento a nuestra capacidad de resistir al poder político, a accionar nuestro CONTRAPODER. Concepto del historiador francés Pierre Rosanvallón que me permitiré utilizar para construir mis argumentos.


De hecho, él formula que el contrapoder de l@s ciudadan@s implica tres cuestiones que no debemos olvidar: VIGILANCIA, DENUNCIA y CALIFICACIÓN. ¿Cuál será nuestro objetivo propiamente? Vigilar, denunciar y calificar las propuestas y el actuar de nuestr@s representantes. ¿A través de qué método? De la organización ciudadana a través de juntas vecinales, discusiones y foros abiertos con l@s candidat@s, de su interpelación directa para que no abandonen el espacio público y se enclaustren en la política palaciega que tanto caracteriza nuestro sistema político mexicano.


Tal vez algunos me dirán, “ya existen esos mecanismos de rendición de cuentas y transparencia” o algunos alegarán “para eso están l@s diputad@s y senador@s, ¿qué no?” Permítanme responderles, NO camaradas ciudadan@s, NO basta con los actuales mecanismos que tenemos, es nuestra obligación mantenernos vigilantes de aquellos a quienes les dimos PARTE de nuestro poder.

Si la Constitución afirma que la soberanía reside en el pueblo, ya es momento de hacer escuchar nuestra soberanía a través del CONTRAPODER hacia los paladines de la democracia representativa: senador@s, diputad@s, los partidos políticos y las instituciones electorales de los 32 estados de nuestro país.


Sin embargo, es muy importante aclarar estimad@s lectores, a pesar de la ineficacia y de la poca apertura de las instituciones que actualmente tenemos en nuestro país, resulta fundamental construir otras o renovarlas. Todo con el fin de extirpar aquellos tumores enmascarados en intereses particulares de nuestros representantes y así injertar en éstos un sistema inmunológico de vigilancia ciudadana. Por ejemplo, si el Instituto Nacional Electoral (INE) fue el producto de la llamada “transición a la democracia” y en sus orígenes se encontraba conformado por ciudadanos y académicos. Resulta fundamental que nosotr@s, la ciudadanía, vigile activamente al denominado “velador de la democracia''.


¿Quién vigila al vigilante? Para ello, se deberán tomar en cuenta a tod@s, sin importar la condición de la que partan. Asimismo, la vigilancia solamente será efectiva si existe una alternancia de todo el cuerpo de ciudadan@s. Por ello, cada tres años se deberán de renovar, ello con el propósito de no generar los viejos patrones oligárquicos que alejan el espíritu de la democracia y nuestra capacidad como sujet@s políticos de ejercer nuestro CONTRAPODER.


En cuanto a los candidat@s de los congresos locales y de la Cámara de Diputados y Senadores, se deberá vigilar de la misma forma que con los organismos electorales, a la vez que se haga pública la denuncia, el juicio y la calificación de su actuar ante toda la ciudadanía. ¿Por qué tendrían que presentar cuentas únicamente en sus sedes legislativas? ¿Por qué no trasladar el juicio hacia las calles y hacer que las personas participen activamente en éstos?


Probablemente, aquellos representantes me objetarán y dirán “por cuestiones de seguridad no podemos hacer eso ya que existe un Cámara de Diputados y de Senadores”. A lo cual yo respondo: ¿Por qué habrían de temer a aquel electorado que les concedió su poder antes de que tomaran posesión de su cargo? ¿Acaso no corrían el mismo peligro cuando decidieron hacer campaña y “acercarse al pueblo”? Solo pido una pizca de congruencia señor@s representantes.

Conclusiones


En resumen, estimad@s lectores, es menester nuestro asegurarnos que estas elecciones no queden plasmadas únicamente en el voto y en la posterior indiferencia. Puesto que la apatía, la desorganización, la falta de compromiso y el desencanto por participar en la esfera pública sólo provocan el fetichismo del poder por el poder en aquellos que se muestran como grandes líderes en tiempos de elecciones.


La verdadera democracia solamente vendrá desde el pueblo y para el pueblo. No obstante, hablar desde el pueblo en nuestro país implica posiciones encontradas, puntos de vista, contextos, ideas disímiles. La particularidad que cada persona vive será diferente en casi todos los sentidos respecto a otra persona y por ello no podemos homogeneizar las diferencias con las que convivimos día con día.


Sin embargo, podemos direccionar, respetar, convivir y organizar esas diferencias hacia un objetivo en común: la construcción de una democracia que verdaderamente represente el interés de cada grupo que constituye a la ciudadanía plural y diversa que somos. En resumidas cuentas, repensar la democracia implica tomar una postura postelectoral, meternos de lleno en la arena pública y defender el contrapoder que se nos ha venido negando o limitando a través de las instituciones de la democracia representativa.


Otra alternativa es posible: la contrademocracia venida de nuestro contrapoder será posible si el lunes 7 de junio empezamos a organizarnos, a activarnos, a plantarnos en el edificio de aquellos que ganaron la candidatura y así empezar la vigilancia, el debate, la denuncia y la calificación de sus propuestas. Porque, una vez que les cedimos el poder, respetables representantes, ¿cómo planean poner en marcha las propuestas y las utopías del periodo electoral? ¿Con nosotr@s o sin nosotr@s?


Referencia

  • Rosanvallon, Pierre, La Contrademocracia. La política en la era de la desconfianza, Ed. Manantial, Buenos Aires, 2007

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