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Una historia política del VIH/SIDA (Parte II)

  • Revista Afluente
  • 25 feb 2021
  • 6 Min. de lectura

Entre 1982 y 1984, el mundo se encontraba en un escepticismo a la GRID. Para 1982 en la ciudad de Nueva York una pareja de novios heterosexuales había presentado los mismos signos y síntomas asociados a la enfermedad, algo que cimbró las explicaciones sobre el comportamiento de la afección y que obligó a realizar nuevas investigaciones que arrojaron resultados muy interesantes y al mismo tiempo cambiaron el rumbo del impacto social de la enfermedad en Occidente.

Poco después de lo acontecido en Nueva York, se descubrió que el virus infectaba no solo a los homosexuales y heterosexuales, sino también a los heroinómanos, hemofílicos y ¿haitianos? Sí, así como lo lees, los CDC añadieron a su lista de riesgo a los haitianos ya que se descubrió que muchas personas de dicha nacionalidad estaban infectadas del mismo virus. Este hecho marcó el primer gran cuestionamiento sobre la nomenclatura del virus pues se comenzó a asumir que la enfermedad había aparecido en otro lado que no eran los Estados Unidos y, por ende, en quién sabe qué perfil poblacional.

Hoy día, “es evidente que no hay nada especial en el SIDA en los haitianos, ya que [...] tienen los mismos factores de riesgo para adquirir la enfermedad: la homosexualidad masculina y el consumo de drogas intravenosas. Por lo tanto, los haitianos no están en mayor riesgo de contraer la enfermedad debido a alguna característica genética. [...] Sin embargo, la mayoría de los pacientes haitianos de Nueva York y Miami eran hombres [...] heterosexuales y a la mayoría se les negaba el consumo de drogas intravenosas. Esto contrastaba con la epidemia de SIDA entre los varones caucásicos en ese momento. No sabemos con certeza si el VIH entró en los Estados Unidos desde Haití o viceversa, pero el primero parece ahora más probable ya que el VIH que inició la epidemia haitiana está relacionado con las cepas que se encuentran en el centro de África” (Hunt, 2010).

Los homosexuales, los heroinómanos, hemofílicos y haitianos recibieron el nombre de El Club de las 4 Haches pues se había comprobado que eran los mayores grupos de riesgo para contraer la enfermedad. Violento el nombre o no, sirvió para desmarcar a los homosexuales como pacientes exclusivos.


Ahora bien, he hablado mucho sobre como Estados Unidos comenzó a hacer frente a la crisis. Sin embargo, hasta donde he expuesto este país reportó y alertó al mundo de los síntomas y signos así como la población en riesgo de la enfermedad. Su imperialista institución médica de referencia, el Centro de Control de Enfermedades, posicionó un posible nombre que estuvo a punto de ser oficial pero Estados Unidos no informó nunca sobre el agente causante de la enfermedad, eso lo haría Francia.

Luc Montagnier es un virólogo francés nacido el 18 de agosto de 1932 en Chabris, Francia. Realizó sus estudios de doctorado en Medicina en la Universidad de Poitiers y en 1967 comenzó sus investigaciones sobre virología en el prestigiosísimo Instituto Pasteur. Él mismo que vio nacer la vacuna contra la rabia de manos del bacteriólogo del mismo apellido. Montagnier tenía como compañera de investigación a la bioquímica Françoise Barré-Sinouss, además de un selecto grupo de universitarios parisinos que les apoyaban en sus investigaciones. Cuenta la historia, que esta pareja de académicos se encontraba realizando investigaciones con otros agentes infecciosos que no eran los causantes de la enfermedad que nos ocupa. Montagnier y Barré-Sinouss fueron dos de los varios investigadores que se enteraron que una nueva enfermedad estaba mermando en los Estados Unidos de manera importante y fue cuando decidieron investigar en el tema desde 1981 pero de una forma discreta.


De los primeros pacientes de la afección, dispersos en varios hospitales de Europa, que coincidían con los signos y síntomas reportados por los norteamericanos recolectaron muestras de sangre, semen, fluidos vaginales, saliva y sudor. Examinaron cada uno de ellos por casi dos años de diferentes formas y bajo distintos parámetros. Para 1982, Montagnier y Barré-Sinouss en el Instituto Pasteur de París, Francia dieron a conocer una nomenclatura novedosa frente a la de GRID manejada en los Estados Unidos, nombraron al agente como virus asociado a linfomadenopatía o Virus LAV, sin embargo, tardarían aproximadamente un año más en publicar en Nature los hallazgos con el objetivo de ser completamente concluyentes.

Para 1983, el científico estadounidense Robert Gallo, investigador del Instituto Nacional de Cáncer de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos replicó el experimento y la purificación de muestras realizadas en París y descubrió a principios de 1984 la presencia de un “nuevo tipo de retrovirus causante de los síntomas de un síndrome de inmunodeficiencia adquirida que era genéticamente similar al descubierto por Montagnier en el Instituto Pasteur” (Gallo et al, 1984). Esto fue presentado en un artículo de la prestigiosa revista médica Science.


¿Quién descubrió primero el virus? Es un enigma médico. Montagnier y Barré-Sinouss recibieron el Nobel de Medicina 2008 por el descubrimiento del virus lo que sería suficiente para darles el crédito, sin embargo Gallo y su equipo fueron galardonados con el Premio Lasker a la Ciencia Médica por el mismo descubrimiento. Desde mi perspectiva, los descubridores absolutos fueron el dúo francés.

No obstante, fue hasta 1984 y 1985 que la nomenclatura GRID fue definitivamente cambiada y reconocida por las academias nacionales de salud del mundo. El nombre a partir de mediados de la década de 1980 es Virus de Inmunodeficiencia Humana asociado al Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida. Sus siglas en inglés son HIV/AIDS y en español es VIH/SIDA.


El CDC y todo aquel organismo de referencia epidemiológica del mundo borró toda muestra del error de haber casi nombrado oficialmente al SIDA como GRID. De ahí que no se encuentre tan fácil ese nombre en los artículos o textos médicos. Se replantearon las políticas de atención a la enfermedad porque tras los descubrimientos de los investigadores salió a la luz el hecho de que el VIH no se contagia por vía aérea o cutánea.


En ese mismo sentido, se reformaron los protocolos de donación de sangre, lo que aplanó los contagios por transfusiones sanguíneas. Hoy en la mayor parte del mundo es extremadamente raro contraer la enfermedad por una transfusión ya que estas son analizadas de manera exhaustiva para descartar la presencia del virus. Dado ello, no debería haber limitaciones para que las personas donen sangre sin importar su orientación sexual.

A partir de la segunda mitad de la década de 1980, los colectivos lésbico-gay hicieron suyo el grito de sexo seguro. El uso sistemático del condón durante el coito se convirtió en la solución más práctica para el control de los contagios. El condón pasó de ser un mero anticonceptivo a ser una herramienta de uso más cotidiano a la hora de mantener relaciones sexuales.


Para 1987, el Centro de Control de Enfermedades de los Estados Unidos aprueba de emergencia el primer antirretroviral del mundo, este es el tipo de medicamentos utilizados para contrarrestar los efectos de la enfermedad cuyo nombre fue zidovudina. La base de lógica farmacéutica de los antirretrovirales es fungir como inhibidor de la enzima transcriptasa inversa; la enzima que le permite al virus penetrar a la célula CD4 y replicarse ahí dentro. Conforme fueron pasando los años los antirretrovirales se fueron perfeccionando y hoy es posible el control de la enfermedad por extensos periodos al tomar únicamente un comprimido al día. Casi al mismo tiempo, inició la búsqueda de una vacuna que ha tenido algunos tropiezos pero fuertes candidatos, uno de ellos se encuentra en las últimas fases de prueba.


Esta fue la historia de como una decisión unilateral, apresurada y puramente política iba a condenar a un grupo de personas a ser tachados de peligrosos, sucios o enfermos. Una sola sigla, GRID, hubiera sacrificado la dignidad comunitaria de un grupo de personas. El lenguaje es político tiene múltiples vertientes de aplicación, algunas aplicaciones buenas o algunas otras malas. El proceso de nombramiento del VIH/SIDA como lo expuse fue exageradamente trascendental para la historia occidental. Puesto que si no hubiera dado un vuelco gracias a la intervención de la investigación científica, hoy los temas de salud pública serían contados de manera muy distinta.

El objetivo de haber presentado esta columna-investigación era recordarle al lector la importancia de apoyar a la ciencia a la hora de tomar decisiones sanitarias. Como lo mencioné, bastó que los científicos indagaran un par de años (y fueron años principalmente a limitaciones tecnológicas que hoy día ya no existen) para que descubrieran la genética del VIH y a partir de ello diseñar rápidamente recomendaciones sanitarias que se transformaron en políticas así como proponer tratamientos eficientes para la enfermedad.


Lo mismo ocurre en la lucha contra la COVID-19, solo hay que tener fe en la ciencia y sobre todo invertir generosamente en ciencia para no incurrir en prejuicios que afectan directamente los derechos humanos y hasta los sentimientos de las personas.


No tengo la menor duda de que en pocos años veremos seguramente una vacuna y una cura contra el VIH/SIDA, por lo mientras solo nos queda cuidarnos: usar condón de manera sistemática, no usar drogas inyectadas, utilizar lubricantes a base agua para evitar la degradación de látex del preservativo en el coito, etcétera. La humanidad ha superado todo tipo de retos que se le han puesto frente a su andar; por supuesto que venceremos al VIH y ten por seguro que el día que la humanidad lo logre seguramente ya no tendrá obstáculo sanitario que no pueda quitarse de enfrente.

Referencias

Hunt, Richard, “Human Inmunodeficency Virus and AIDS. The histiry of the disease. Haiti and the 4H club” [en línea]. Estados Unidos, 2010: https://web.archive.org/web/20100612174529/http://pathmicro.med.sc.edu/Spanish-Virology/4hclub.htm [consultado el: 10/02/2021]

Gallo, Robert, “Serological Analysis of a Subgroup of Human T-Lymphotropic Retroviruses (HTLV-III)” [en línea], Estados Unidos, 04 de mayo de 1984: https://www.jstor.org/stable/1692515?seq=1 [consultado el: 10/02/2021]


Twitter: @m_villasenor

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