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¿Se puede humanizar lo inhumano? Una película de policías.

Autor: Chris Medina G.

Este texto puede contener spoilers.


Hablar del policía, de las y los policías, siempre conlleva una serie de anécdotas y memorias con cargas regularmente importantes, ya sea desde la típica “mordida” o la revisión misteriosa de rutina, hasta las hazañas positivas que resaltan del común denominador. Si bien no es una sorpresa que los sistemas de seguridad y justicia en América necesitan un chasquido reiniciador, es verdad que sigue habiendo un gran sector de gente que logra empatizar, sobre todo, con los cuerpos policiacos que a veces patrullan las calles.


Una película de policías, de reciente anexión a Netflix, comprende una particular visión mexicana sobre la figura del policía como un espectro humano, pero que no puede desprenderse de su poder cargado de las normas poco éticas que suelen envolver sus paradigmas. Es, en el papel, un documental que termina resultando en un híbrido que da preferencia a la ficción como eje imperante de la producción. Es decir, no es “Una película de policías”, es una película de una actriz y un actor representando a un par de policías a través de vivencias cercanas con el entrenamiento y aprendizaje necesario para fungir como tal, con lapsos de documentación sobre ese proceso y una pequeña pizca de realidad.



De lo que quiere ser a lo que es, comprende una laguna que no permite que sea un trabajo firme de acuerdo con la nublosa propuesta. Sin malentendidos, es una película impresionante, incómoda y hasta llegadora, como toparse a un oficial en la noche, pero sigue siendo una obra de ficción narrativa que plantea la posibilidad de que “el/la policía” es igual que uno, aunque siempre será aquello que le cargamos y caracteriza mientras vista el uniforme.


¿Acaso la vida de las personas que se unen a estas instituciones pudo haber sido difícil como para decidir entrarle? Sí, eso lo sabemos, pero la supuesta ignorancia sobre lo que significa ser policía no existe ni siquiera por el nivel educativo o la posición socioeconómica. Estoy casi seguro de que todas y todos, con la trayectoria de vida pertinente, así como el criterio mínimo, sabemos qué significados llevan esas placas desde lo explícito hasta lo implícito ¿Deberíamos conocer mejor a quiénes patrullan? Sí, puede ser, pero no como obligación. Es real que la opinión sobre estas personas puede llegar a ser brusca en sobremanera, aunque existen enormes razones para tal panorama tomando en cuenta que las decisiones pueden radicar desde lo individual. Igualmente, aunque ese fuera el objetivo de la película, no se logra endurecer tras su amalgama extraña de métodos para mostrar su contenido.


En algunos momentos, de hecho, no quedan del todo claras las intenciones del filme. Transita entre evidenciar las problemáticas que ya son conocidas y entre encontrar esos esbozos de bondad que, tal vez, pudieran llegar a aparecer en estos personajes. A veces turbios, obscenos y gandallas y a veces divertidos, perseverantes y víctimas tanto de sus estructuras laborales como de la misma ciudadanía. Prefiero quedarme con lo primero.

No es que me lance sobre la figura azul, es que no logran hacerte empatizar ni con un par de grandes actores. Podría ejecutarse mil veces mejor este proyecto, ojalá que el intento no sea en vano. En fin, es posible encontrarse una suerte de mensaje que radica en algo como: “si eres policía, siempre puedes renunciar”. Eso, y algunas opiniones de Raúl Briones, metidas de manera poco climática según el ritmo que necesitaba el largometraje y que deja mucho que desear en cuanto a la edición, es de lo más rescatable de Una película de policías.


Bibliografía:

Una película de policías, México, Alonso Ruizpalacios, No Ficción, 2021.(17 de noviembre de 2021)

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