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Mujeres a la casa: La doble traición masculina y la deuda histórica por la libertad

Por Cecilia Butrón


Lahey, F. (1912) Monday Morning. [Pintura] Galería de Arte Queensland, Brisbane, Australia.


En el presente ensayo me dispondré a entretejer la manera en que se ha gestado la exclusión de las mujeres en la constitución del Estado Moderno y cómo esto al mismo tiempo, ha impedido su libertad. Argumentaré alrededor de lo que he decidido denominar como “las dos grandes traiciones masculinas”: Por un lado, la exclusión del feminismo y de las mujeres de la Ilustración; y en un segundo momento, la exclusión de la vida económica y el “encierro” de las mujeres al hogar.

 

Este ensayo surge a partir de una asignación oportuna dentro de la materia de Pensamiento Político Moderno. Y es importante mencionarlo ya que se pondrán en juego conocimientos y discusiones llevados dentro de la misma. Debo reconocer que, en mi opinión, tres ejes centrales revisados a lo largo de dicho curso, fueron el feminismo, el feminismo ilustrado y su relación con el marxismo; siempre tomando en cuenta las perspectivas de los procesos históricos y políticos desde el punto de vista de las mujeres. Por ello, a partir de estos, me aventuraré a descubrir qué ocurrió con la libertad de las mujeres y quiénes son los grandes deudores de la llamada deuda histórica de las mujeres.

 

Desde el inicio me pareció que este es un tema importante de desarrollar, pues considero que la exclusión que vivimos las mujeres a nivel político, se decanta en todos los ámbitos de nuestra vida cotidiana, como lo son el social, el económico, el familiar y el romántico o relacional. Hoy en día hablamos y contamos con recursos para reconocer las violencias laborales, patrimoniales y sociales contra las mujeres, pero poco se habla de su origen o de a quiénes favorecieron las constituciones de esas jerarquías. En lo particular, me pareció un tema convenientemente poco explorado tanto desde la Academia como desde el sentido común.

 

Adicionalmente, quisiera señalar la clara línea de sentido que distinguí al revisar diversos temas en torno a la situación económica de las mujeres. Estoy fuertemente interesada en responder mediante el uso de la argumentación y la revisión de ciertos procesos históricos, si existe una libertad para las mujeres en la Modernidad. Creo a la vez que este desarrollo de ideas puede abonar en avistar si los cambios realizados en los nuevos contratos sociales y en la constitución de los Estados Modernos, en realidad representaron cambios importantes para las mujeres o si fueron ilusiones vendidas por los hombres.

 

Para comenzar con esta ambiciosa tarea, pretendo en un primer momento, basarme en lo que plantea Jean Jacques Rousseau para retomar lo que él entiende por libertad en un Estado. Señalaré además las aportaciones de Rousseau para la filosofía educativa de las mujeres; por tratarse de un planteamiento compartido de la época; y la reacción ante ellas de filósofas como Mary Wollstonecraft. Después, mencionaré el conflicto entre feminismo e Ilustración, señalado por distintas autoras. Seguidamente, revisaré lo denunciado por Carole Pateman con respecto a Rousseau; para finalmente poder llegar a las consecuencias tangibles para las mujeres posteriores a la Revolución Industrial, claramente descritas por Silvia Federici a partir de las herramientas del feminismo y del marxismo.


De la primera traición y Wollstonecraft vs. Rousseau



Salazar Carrión (Carrión, 2010, p.346) plantea que para Jean Jacques Rousseau la libertad está cimentada en la dignidad de los hombres, y es definida como aquella capacidad de participar en la formación de la voluntad general. Además, la libertad dependerá en gran parte de la voluntad general y no de la voluntad de cada particular. Esto ya que actuar desde la voluntad particular es considerado como una acción dada desde los instintos y las pasiones y no desde la virtud. Al establecerse el contrato social propuesto por Rousseau, es necesaria una salida del estado de naturaleza que, en teoría, resulta beneficioso para todos puesto que representa un progreso moral y político donde la libertad civil sustituye a la libertad natural. Resulta importante para esta parte destacar que Rousseau menciona que este movimiento da lugar a una reivindicación de la virtud ciudadana, ya que tanto las virtudes como la racionalidad son requeridas para formar parte de este nuevo pacto. Es curioso además que, dentro del planteamiento rousseauniano, él mismo hace una crítica a las libertades y derechos modernos pues acusa a la libertad del individuo privado como la causante de la conformación de desigualdades en el pacto inicuo que él critica.

 

Dicho esto, debemos preguntarnos, ¿dónde quedan las mujeres en el planteamiento rousseauniano? O visto de otra manera, ¿cómo quedan incluidas o no las mujeres en la voluntad general?

 

En 1762 Rousseau escribe “Emilio o de la educación”, la que considera su obra más importante. En esta obra señala de manera ideal cómo se debería educar a los niños para convertirlos en estos ciudadanos virtuosos que podrán participar del Contrato Social. En el quinto libro de esta obra, hablará sobre cómo percibe que debe ser el matrimonio, la familia y la educación de las mujeres. Para él, la mujer debe ser pasiva y débil pues está hecha para complacer al hombre. Habla de “Sofía”, como la mujer que corresponde a su planteamiento de “Emilio” y con ello busca examinar las diferencias entre hombres y mujeres.


Una clave del inicio de este capítulo es el fragmento que versa:

[En lo que no se relaciona con el sexo, la mujer es igual al hombre: tiene los mismos órganos, las mismas necesidades y las mismas facultades; la máquina tiene la misma construcción, son las mismas piezas y actúan de la misma forma; la configuración es parecida, y bajo cualquier aspecto que los consideremos sólo se diferencian entre sí de más a menos.] (Rousseau, 1762, pp.260)

Pareciera que Rousseau reconoce una suerte de igualdad en un inicio, sin embargo, más adelante concluye que las diferencias son las que determinarán la inclusión sólo del hombre dentro de la ciudadanía. Este planteamiento resultó ser el hegemónico de la época. Por fortuna, incluso entonces fue refutado por distintas mujeres, Mary Wollstonecraft, por ejemplo. Wollstonecraft, que es de hecho su contemporánea, redacta el texto “Vindicación de los Derechos de la Mujer”. En este texto, Mary hace también una crítica a la civilización de la época, pero poniendo en el centro a la mujer y su educación. Sus planteamientos de alguna manera responden a Rousseau y lo retan. Mary denuncia que el sistema de educación es una creación de los hombres y que en este, las mujeres son criadas para ser buenas esposas, damas seductoras y madres racionales, en vez de ser tratadas como criaturas humanas. Las mujeres son educadas para inspirar amor y buscar ser agradables en vez de educarlas como a los hombres hacia una búsqueda del fortalecimiento de capacidades y virtudes.

 

Wollstonecraft también expresa que las mujeres desprecian su libertad pues carecen de la virtud necesaria para luchar por ella. Para ella, la razón de que las mujeres no posean virtudes desarrolladas se debe a la orientación educativa que reciben. En vez de ser educadas como seres racionales, el hombre es colocado como un intermedio entre ellas y la razón. Esto desemboca en que las mujeres crean por lo general, en las verdades que ellos les plantean sin cuestionarlas y generan una dependencia en todos los sentidos hacia ellos.  En esta línea de pensamiento moderno propio de la época, Mary Wollstonecraft expone que las mujeres en su calidad de seres mortales, al igual que los hombres, sólo poseen la razón y el cultivo del entendimiento para enfrentarse al mundo. Y que es sólo a través del ejercicio de la razón que se pueden procurar los derechos naturales. Por este motivo en su obra hace un claro llamado a que las mujeres empiecen a cultivar virtudes y a hacer uso de su razón con independencia.

 

Por otra parte, a las mujeres no se les incita como a los hombres a sacrificar el placer en pos de la virtud; a las mujeres se les asigna la soberanía de la belleza y se les asocia con el placer. Wollstonecraft lo expone con claridad a través del siguiente pasaje:


[Confinadas en jaulas como la raza emplumada, no tienen nada que hacer sino acicalarse el plumaje y pasearse de percha en percha. Es cierto que se les proporciona alimento y ropa sin que se esfuercen o tengan que dar vueltas; pero a cambio entregan salud, libertad y virtud. ¿Dónde se ha encontrado entre la humanidad la suficiente fortaleza mental para renunciar a estas prerrogativas adventicias, alguien que sobresalga de la opinión con la dignidad calmada de la razón y se atreva a sentirse orgullosa de los privilegios inherentes al hombre? Y es vano esperarlo mientras el poder hereditario ahogue los afectos y corte los brotes de la razón.] (Wollstonecraft,2019: pp. 49)

Ella infiere que no se podrá esperar virtud de las mujeres mientras estas sean dependientes de los hombres; desde la razón y en todos los demás sentidos. Lo que es más, advierte que los hombres les causan miseria y debilidad al motivarlas a ser agradables; en una situación que es difícil de librar para las mujeres pues tanto su virtud privada como pública están sujetas al decoro. Mary Wollstonecraft pugna por una sociedad donde las mujeres puedan pensar por sí mismas como las criaturas racionales que son, al mismo tiempo que puedan ser ciudadanas protegidas por las leyes civiles e incluso se aventura a imaginar que un día pueda contar con una representación política. Para ella, las mujeres deben tener una existencia civil en el Estado y ser concebidas como sujetos políticos. A pesar de que Mary escribe en 1792, podemos ver una clara línea de sentido en la historia del pensamiento de las mujeres, si recordamos que Olympe de Gouges en 1791 también había protestado contra la ausencia del reconocimiento de las mujeres como sujetas políticas. (Ramírez, 2015)


No debemos olvidar en la historia de las mujeres que fue precisamente De Gouges en el Artículo X de la Declaración de los derechos de la mujer y la ciudadana quien ilustraba: “si la mujer tiene el derecho de subir al patíbulo, ella debe tener igualmente, el derecho de subir a la tribuna.” (De Gouges, como citada en Ramírez, 2015)

Precisamente es a partir de los señalamientos de autoras como De Gouges y Wollstonecraft que muchas otras autoras marcan el surgimiento del feminismo de la primera ola a partir de la Revolución Francesa. Y por ello es que en el siguiente apartado recuperaremos los aportes del feminismo que abonen a nuestra argumentación y nos den luz alrededor de las nociones de libertad, educación y autonomía de las mujeres.


La mirada feminista y sus aportes al conflicto


Morisot, B. (1869-1870) La hermana y la madre del artista. [Pintura] Galería Nacional de Arte de Washington.


La discusión y argumentación alrededor de la filosofía de la educación y las mujeres, no pasa de largo por distintas autoras feministas. Alicia Miyares (Miyares, 2014, pp.239), por ejemplo, casi en el mismo sentido que Mary Wollstonecraft, señala que la estética en torno a la feminidad termina por degradar a las mujeres, al mismo tiempo que las subordina al amor y a la lujuria. La mujer es socialmente construida como la contraimagen del poder; de manera que se niega tanto su individualidad como su potencial de clase. La intención del texto de Miyares es hacer un recorrido sobre las bases que legitiman la dominación de los hombres sobre las mujeres. Sin embargo, en el camino nos brinda material para identificar más cimientos sobre la filosofía educativa que mencionábamos con anterioridad.

 

Ella explica que cuando Rousseau plantea al “Emilio”, lo coloca como un producto del estado de naturaleza que es regido por la libertad y la igualdad y proyectado sobre el mundo público. Mientras que, por otro lado, Sofía es producto de un estadío presocial que se proyecta en la esfera privada o de la domesticidad y se encuentra en total sujeción al hombre. Así es como al espacio público se le asignan las cualidades de libertad y autonomía moral, mientras que al espacio privado se le asignan las de la reproducción de lo público mediante elementos como la sujeción de las mujeres al matrimonio. Esta es la manera en que Rousseau busca por medio de la educación, naturalizar la dependencia de la mujer y con ello inicia una larga tradición en la filosofía, que pasará por Hegel, Schopenhauer Tocqueville, Marx y otros hombres. Esta es la línea de pensamiento contra las que las sufragistas lucharán desde distintas partes del mundo, pues las leyes estaban elaboradas en función de esta naturalización de la posición de la mujer.

 

También Celia Amorós (2000) expresa que desde Rousseau al jacobinismo podemos hablar de la manera en que la Ilustración se desarrolla bajo los calificativos de misógina y patriarcal. Retoma además a Amelia Valcárcel cuando plantea que de hecho el Feminismo es visto como el “hijo no deseado” de la Ilustración. Así como los hijos tienen una tendencia a construir su identidad polémicamente en contra de sus padres; el Feminismo hace lo propio al radicalizar el legado de la Ilustración y cuestionar su coherencia. Principalmente, el enfoque desde el feminismo es aquel de disertar alrededor de la noción de igualdad. Siendo este uno de los principios transcendentales de la Ilustración y de las posteriores revoluciones burguesas que se orquestan, se esperaría que fuera un principio bien cimentado y racional. Sin embargo, las feministas señalan que la abstracción que se realiza de la Igualdad no es coherente. La impugnan de alguna manera por no ser pertinente y universal; esto es, que, aunque la Ilustración plantea la racionalidad para toda la especie, “por alguna razón” este principio no se le aplica o reconoce a las mujeres.

 

Por eso es que también Amorós (2000) retoma a Carole Pateman y su propuesta confrontativa contra los contractualistas; ya que para ella, mientras el contrato social forma la esfera pública, el contrato sexual funda la esfera privada. En este pacto sexual, las mujeres son objetos transaccionales mientras que los hombres son los propietarios y sujetos del pacto.

Por todo ello, concluyo que esta exclusión de las mujeres de la existencia civil en los nuevos Estados conformados a partir de la modernidad y su determinación como objetos en el contrato sexual, representan la primera gran traición de los hombres a las mujeres en los tiempos modernos. Partamos ahora hacia la segunda.

 

Para dicha tarea, podemos todavía apoyarnos en lo que plantea Miyares (Miyares, 2014, pp.255) cuando señala que, para que una persona goce de independencia económica, esta debe poseer ciertos conocimientos profesionales. Mismos que en el caso de la mujer, como hemos revisado, están subyugados a lo que los hombres han descrito. La mujer tiene casi como única opción de subsistencia al matrimonio, que representa de hecho para ella, una muerte civil. El esposo posee a la vez tanto a la persona como a los servicios de la mujer y es por ello que a una mujer que no tiene marido se le considera como alguien desposeída de interés jurídico. Las mujeres más adelante comprenderán que no sólo se ven obligadas a luchar contra el orden moral y las costumbres sino también contra sus esposos, los patrones, los sindicatos y las leyes que todo este conjunto de hombres disponen para la sujeción de las mujeres.

 

Amorós (Amorós, 2000, pp.259) al respecto expone que, durante la conformación de sindicatos, los obreros desarrollan una especie de política paternalista de protección a mujeres y pactan con los patrones el “salario familiar”. Ella refiere a este momento como el “pacto patriarcal interclasista” donde por un lado los obreros retienen en el hogar a una esposa que realiza todo el trabajo reproductivo y se aseguran de mantener una cierta estabilidad social. También retoma a Heidi Hartmann quien expresa que el patriarcado son las relaciones entre hombres que cuentan con base material y crean entre ellos una interdependencia y solidaridad para dominar a las mujeres. Además, acota Amorós (Amorós, 2000, pp.39) que el pacto sexual fundamenta la obediencia política. Y la seguirá Miyares (Miyares, 2014, pp. 278) al argumentar que mientras el liberalismo se niega a considerar a las mujeres como individuos, el socialismo se negará a considerarlas como clase. En este sentido, tendríamos que analizar que quizá cuando hablamos de la primera traición, lo estamos haciendo a partir de un feminismo burgués, por lo que, para lograr tener un análisis más completo, debemos integrar el análisis de clase, herramienta de vital aporte desde el marxismo; pero sobre todo, desde las feministas marxistas.


Hacia la segunda traición y el reconocimiento de las mujeres como clase



La importancia del análisis de clase y el recuento histórico de cómo se da lo que denomino La Segunda Traición, son desarrollados por Silvia Federici. En la línea de pensamiento de lo que entiende Marx por ideología, ella enuncia que la visión universalizante de la sociedad que poseemos, sólo reproduce la visión de las clases dominantes. Y denuncia que tanto Marx como el Socialismo no analizan lo que sucede con el trabajo reproductivo. Aunque Marx reconoce que existe un trabajo previo a la llegada a la fábrica, no analiza este trabajo y es este análisis el que llevan a cabo las feministas marxistas.

 

Federici (Federici, 2018, pp. 69) en “La construcción del ama de casa de tiempo completo y del trabajo doméstico en la Gran Bretaña de los siglos XIX y XX” establece que el trabajo doméstico es de hecho una creación bastante reciente. Ella narra que a partir de los procesos que se dan tanto e Inglaterra como en los Estados Unidos, posteriores a la Revolución Industrial, la clase capitalista comienza una “reforma de la familia productiva”. Dicha reforma como una consecuencia multicausal. Por un lado, como una válvula de alivio ante las rebeliones obreras que se habían dado entre 1830 y 1840 como el cartismo, el sindicalismo, el comunismo y el socialismo. Por el otro lado, como solución a la necesidad que surgió en la revolución industrial por mano de obra, que hizo que los patrones y capitalistas contrataran tanto mujeres como infancias en las fábricas en condiciones terribles de trabajo.

 

Al hacer esto, entre 1850 y 1860 se da un periodo de “explotación absoluta” donde la mano de obra trabajaba con un máximo horario de trabajo que no le permitía reproducirse o tener tiempos de esparcimiento. Reconoce que incluso, la esperanza de vida en ese momento era de cuarenta años. Igualmente, en este periodo, las mujeres en las fábricas comienzan a perder el interés por procrear o asumir roles domésticos y muchos obreros se tornaron al alcoholismo por lo que se hablaba desde los patrones y las clases dominantes, de una crisis de la vida doméstica generalizada.

Por consiguiente, a partir de 1860 y en adelante, patrones y gobierno ponderan la necesidad de pacificar a los obreros y disminuir los problemas de alcoholismo en ellos. Entonces deciden que, para esta labor de pacificación, entregarán al trabajador una “sirvienta” que logre realizar distintos trabajos y cuidados para que él pueda llegar a trabajar a la fábrica y seguir siendo explotado.

 

Se genera lo que Federici denomina como un complejo proceso de ingeniería social para crear a la “ama de casa de tiempo completo”. Este proceso tenía como intención sacar gradualmente a las mujeres de las fábricas para confinarlas al espacio del hogar. Algunas de las formas que empleó este proceso fueron el aumento de salarios a los obreros (que fueran suficientes para mantener una ama de casa), la institución de formas de educación popular para enseñar a las mujeres el trabajo doméstico; y finalmente el apoyo de los gobiernos de distintos países en la expedición de leyes y decretos como la Mine Act de 1842 o la Ten Hour Act de 1847 enfocadas a disminuir las jornadas laborales de las mujeres casadas, aumentar el salario de los obreros, prohibir la mano de obra infantil, realizar reformas educativas e incluso reformas sanitarias para lograr confinar a las mujeres a las casas.

 

Muchas mujeres encontraron en la prostitución una vía adicional para ganar dinero; sin embargo, esto no era beneficioso para los capitalistas o el gobierno, para quienes era más benéfico explotarlas dentro de los hogares. Por lo que de acuerdo con Federici (2018) es en este momento en el que empiezan a motivar la enseñanza con aún más ahínco de los quehaceres domésticos a las mujeres y también a expedir diversas leyes como la Contagious Diseases Act de 1869 para degradar y fiscalizar a las mujeres que ejercían la prostitución; y así eventualmente lograr convencerlas de desistir.

Buscan asimismo, generar socialmente la división entre las buenas mujeres o amas de casa y las malas mujeres o prostitutas para con ello formar además una nueva división del trabajo sexual y asegurarle a las amas de casa la “respetabilidad” como pago por su trabajo no remunerado y su dependencia incuestionable al hombre.

 

Es en este punto donde Amorós retoma a Amelia Valcárcel para exponer que el proceso descrito es lo que se conocerá más tarde como el “pacto patriarcal interclasista”, mencionado al inicio; mismo que en realidad, representará una especie de estafa de los capitalistas hacia los obreros. Esto ya que el poder que les fue otorgado o reconocido en la esfera privada no se tradujo en poder en la pública; sino que simplemente se trató de una ilusión para poder seguirlos explotando, sin tener que pagar los costos de la reproducción. (Amorós, 2000, pp.40)

 

Muchas feministas describen varios momentos de este proceso. Nancy Armstrong, por ejemplo, habla de la ficción doméstica que se crea de una mujer centrada en el hogar y que es instrumentada mediante dispositivos culturales como la novela, los libros de conducta y las economías domésticas. (Amorós, 2000, pp.35) Incluso este es un fenómeno que también describe Virginia Woolf al escribir en 1929, “Una habitación propia” pues al intentar disertar sobre las mujeres y las novelas, se da cuenta que las mujeres siempre han sido musas mas no se les ha permitido ser autoras o sujetas; y que la relación de las mujeres con la literatura es aquella de ser siempre habladas por otros, y no por ellas mismas.

 

Volviendo al pacto, es Federici (Federici, 2018, pp.76) quien señala que se da un nuevo régimen reproductivo y a la vez un nuevo contrato social. Ella recalca la importancia de no olvidar que, en la institución de este nuevo régimen, las resistencias de mujeres no se hicieron esperar. Sin embargo, a partir de la Primera Guerra Mundial, los obreros pugnan por instalar el “salario familiar” y con ello queda formalmente instituido el régimen a través del derecho y la economía. En este punto, las mujeres quedan arrebatadas de su independencia, divididas entre malas y buenas, sin acceso a dinero propio, obligadas a trabajar en el espacio cerrado del hogar y con un horario de trabajo sin límites que desgasta su cuerpo.

 

Este proceso se repite una vez más a partir de la Segunda Guerra Mundial, cuando las mujeres se vieron obligadas a ocupar los espacios laborales que los hombres dejaron al ausentarse por la guerra. Empero, al darse el fin de la guerra comienza un esfuerzo por regresar a las mujeres al hogar a través de la promoción cultural por parte de gobiernos como el de Estados Unidos de venerar la figura del “ama de casa” que vive en los suburbios y tiene una vida más agradable gracias a la comodidad que le brindan sus electrodomésticos. (Capdevielle, y Garduño, 2023)


Conclusiones y miras hacia la libertad de las mujeres


Por todo ello es que las mujeres hablamos de una deuda histórica para con nosotras, por esta doble traición patriarcal. La mujer en el Estado actual no es libre en tanto sigue siendo usada como un objeto transaccional del contrato sexual. Y, como busqué demostrar en este ensayo, no lo fue desde el momento en que los principios de libertad e igualdad bajo los que fueron constituidos los Estados Modernos no las contemplaban. La recuperación histórica nos ayuda a evitar asumir esta ausencia de contemplación como sujetas políticas con interés jurídico; no como acto de omisión inocente, sino como el resultado de procesos que beneficiaban a los hombres y al capitalismo. Es gracias al análisis marxista-feminista que contamos además con instrumentos para comprender que la sumisión de las mujeres y la explotación de su labor de reproducción son la base para el sustento del sistema capitalista-patriarcal. Sin mujeres, simplemente no hay capital.

 

Adicionalmente, es importante para mí concluir que las mujeres, de acuerdo con los criterios de Rousseau, no cuentan con la libertad entendida como la dignidad y la capacidad de participar en la formación de la voluntad general. He dejado claro que las mujeres modernas no contaban con esta dignidad ni capacidad reconocidas y que muchas mujeres dieron cuenta de ello, desde Olympe de Gouges, hasta Mary Wollstonecraft y Virginia Woolf; quienes resistieron mediante su actuar político y su pluma.

 

Por otro lado, concluyo también a partir de lo planteado por Isaiah Berlín (1958) que las mujeres históricamente no hemos contado con una libertad positiva, en el sentido en que los hombres, acaparadores del poder, nos han negado la autonomía desde la educación hasta nuestro actuar político. En las mujeres modernas, vemos claramente que no fueron ellas quienes impusieron sus propias leyes ni quienes tomaron las decisiones por ellas mismas. Fueron tratadas con paternalismo y fueron sometidas a través de la obediencia y la búsqueda por el agrado y el amor. Esta configuración ha permanecido convenientemente hasta nuestros días a través de distintos dispositivos. Abona a ello además Berlín al exponer que “obligar es educar” y esto se ve claramente en la instrucción histórica que hemos recibido las mujeres hacia el trabajo doméstico, el matrimonio, el amor y los cuidados.

 

Los hombres seguirán develándose en la historia como los causantes y perpetradores de nuestra coacción al decidir una y otra vez, ver por sus intereses y posicionarse en el poder por encima de nosotras. Las mujeres siempre hemos estado presentes en la historia, a pesar de ser intencionalmente invisibilizadas por los hombres. Las mujeres hemos estado en todos esos eventos que los hombres consideran importantes en la historia: guerras, revoluciones, declaraciones y sin embargo, hemos sido traicionadas en pos de su poder.

 

En consecuencia, finalizo manifestando que si a la mujer se le niega la razón y el acceso a esta; si el hombre continúa siendo considerado su intermediario; si además de todo ello, las mujeres no podemos participar de la voluntad general, entonces no somos libres.

La obligación a la sumisión de la heteronomía masculina es y será siempre la gran deuda histórica que nos deben pagar. Por ende, es importante que las mujeres sigamos escribiendo, hablando, denunciando y recuperando nuestra historia para que podamos seguir exigiendo nuestra libertad y un verdadero actuar político, como siempre lo hemos merecido.

 

Fuentes

  • Amorós, C. (ed.), (2000) Feminismo, filosofía y movimientos sociales, en Ibidem, Feminismo y filosofía, Madrid, Síntesis, p. 12-62. 

  • Berlín, I., (1958) Dos conceptos de libertad y otros escritos, Seminario Inaugural, Universidad de Oxford.

  • Capdevielle, P. y Garduño, A. (2023) Filosofía Feminista. [Comunicación Personal] Pensamiento Político Moderno. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, México.

  • Federici, S. (2018) La construcción del ama de casa de tiempo completo y del trabajo doméstico en la Gran Bretaña de los siglos XIX y XX en El patriarcado del salario. Críticas feministas al marxismo, Traficantes de Sueños.

  • Miyares, A. (2014) El sufragismo en Amorós, Celia y Miguel (de), Ana, Teoría feminista: de la Ilustración a la globalización. De la Ilustración al segundo sexo (vol.1), Madrid, Minerva Ediciones.

  • Salazar, L. (2010) Rousseau y la crítica de la modernidad política, en Para pensar la democracia, Fontamara, México.

  • Ramírez, G. (2015) La Declaración De Derechos De La Mujer De Olympe De Gouges 1791: ¿Una Declaración De Segunda Clase? Cátedra UNESCO de Derechos Humanos de la UNAM. Consultado en línea en https://catedraunescodh.unam.mx/catedra/catedra/materiales/u1_cuaderno2_trabajo.pdf

  • Rousseau, J. (1762) “Emilio o de la Educación”. Consultado en línea en https://ministeriodeeducacion.gob.do/docs/biblioteca-virtual/dfhQ-emilio-o-de-la-educacion-jean-jacques-rousseaupdf.pdf

  • Wollstonecraft, M. (2019) Vindicación de los derechos de la mujer. Barcelona: Montena.

 

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