La libertad de prensa: The New York Times Co. et al v. United States
- Revista Afluente
- 15 abr 2021
- 7 Min. de lectura
A mis compañeros estudiantes de periodismo, los futuros gacetilleros de este país
El que subscribe esta columna es politólogo; yo sé de teoría política, política comparada, ingeniería de las instituciones públicas, opinión pública y una sarta más de temas que hacen al politólogo, un politólogo. Yo no sé de formas de escribir una nota periodística, hacer un artículo de fondo, una editorial y mucho menos sé hacer investigación periodística en sus diversas temáticas. En resumen, yo no soy periodista.
En la política pareciese haber una cierta tensión constante entre el político y el periodista o medio de comunicación: Carmen Aristegui y Felipe Calderón o Reforma y López Obrador, son dos grandes ejemplos. Esto no es exclusivo de México, sino de todos los países del mundo. Esta tensión existente ha confrontado a estos dos personajes a través de la historia y cada país del mundo le ha encontrado una solución distinta a este hecho que beneficia a alguna de las dos partes. Sí la decisión es beneficiosa para el Estado se habla de un acto de censura, si la decisión es beneficiosa para el periodista y su medio de comunicación se habla de libertad de prensa. En esta columna me permito hablarte precisamente sobre de lo que va la libertad de prensa pero no en el sentido legal del término como un derecho (porque no soy abogado y la verdad me aburriría) sino en el aspecto social del término y lo haré con base en un caso histórico de la Corte Suprema de los Estados Unidos: The New York Times Company, et al v. United States decidido el 30 de junio de 1971. Una vez dicho eso, aquí vamos con la historia.

Es 1971, Estados Unidos se encuentra enfrascado en la Guerra de Vietnam. Una guerra que inicio con Eisenhower y tenía al presidente Richard Nixon en medio del ojo público debido a que los estadounidenses consideraban que se había gastado demasiado en una guerra; de la cual no muchos entendían las razones por las que la nación norteamericana estaba ahí. El Departamento de Defensa de los Estados Unidos, mejor conocido como El Pentágono, llevaba preparando informes sobre el estado de la guerra en la excolonia francesa desde que inició y tenía escritas más de 4000 páginas de detalles militares, movimientos políticos y sobre todo las oportunidades de los Estados Unidos de ganar la guerra.
En Nueva York, el New York Times se encuentra investigando el envío y las bajas de los miembros de las tropas estadounidenses. Uno de sus investigadores (cuya identidad por supuesto no fue revelada) logra hacerse de un amigo dentro del Pentágono llamado Daniel Ellsberg y logra obtener algunas notas de análisis militar que, en resumen, dicen más de lo que el Times esperaba: Estados Unidos se encuentra en desventaja táctica en el campo de guerra desde hace más de 7 años. El New York Times publica la premisa y la ciudad de Nueva York se vuelca contra el gobierno. Unos días después, el Times recibe de parte de un juez federal una sentencia que le prohíbe publicar más información sobre lo que pasaron a ser llamados históricamente The Pentagon Papers.

En Washington, D.C., The Washington Post logra también hacerse con los papeles del Pentágono. El Post tiene un mayor volumen de información sobre la actuación de los Estados Unidos en Vietnam y los publica poco a poco. Cabe resaltar que el Post acababa de comenzar a cotizar en la Bolsa Americana de Valores debido a grandes problemas económicos y por ello, el Post se estaba jugando su existencia misma al publicar la información sobre un tema tan polémico en ese momento y bajo el peligro de que un tribunal lo considerase en complicidad y desacato junto con el Times. El Washington Post fue más explícito que su homólogo neoyorkino pues afirmaba que no solo Estados Unidos estaba perdiendo la guerra sino que el gobierno de los Estados Unidos le había mentido a la nación en temas de interés general apelando a el derecho a la información y transparencia del que todos los ciudadanos tienen derecho.
La Casa Blanca de Nixon, frustrada y en medio del ojo público, afirma que el New York Times y el Washington Post han incurrido en traición a la patria al develar información clasificada por motivos de Seguridad Nacional y que por supuesto irá a juicio contra estos medios de comunicación y con todos aquellos que hocen seguir publicando sobre el tópico. A la anterior amenaza del presidente responden periódicos locales como El Heraldo de Boston, El Telégrafo de Missouri, Los Ángeles Times, The New York Post, entre algunos otros medios de comunicación impresos publicando más información sobre los papeles del Pentágono.

El 26 de junio de 1971, la Fiscalía de los Estados Unidos mediante el abogado Erwin Griswold argumenta ante la Corte Suprema de los Estados Unidos contra The New York Times Company, The Washington Post Company así como contra un puñado de otros periódicos menores que estos medios de comunicación han incurrido en violaciones a la seguridad y permanencia del Estado estadounidense y merecen un castigo ejemplar así como un orden de censura o cierre.
Al día siguiente, el equipo legal del Times es notificado de la demanda y asigna a Alexander Bickel como litigante. Lo mismo ocurre con el Post donde su equipo legal es encabezado por William Glendon. El día siguiente, en el edifico de la Corte Suprema en Washington, D.C. los litigantes se reúnen y los ministros asociados así como el presidente de la Corte los escuchan. El nombre del caso pasará a la historia como The New York Times Co. et al v. United States.
El día treinta, se emite el veredicto de la Corte Suprema de los Estados Unidos que obviamente no relataré aquí de manera íntegra. Solo citaré una única parte que considero que da respuesta a ¿cuál es el sentido social de la libertad de prensa? En los parágrafos 7, 8 y 9 de la decisión, los jueces dictaminaron que:
Nuestro Gobierno se puso en marcha en 1789 con la aprobación de la Constitución. La Carta de Derechos, incluida la Primera Enmienda, siguió en 1791. Ahora, por primera vez en los 182 años transcurridos desde la fundación de la República, se pide a los tribunales federales que sostenga que la Primera Enmienda no significa lo que dice, sino que significa que el Gobierno puede detener la publicación de noticias actuales de vital importancia para el pueblo de este país

Al solicitar medidas cautelares contra estos periódicos y en su presentación ante la Corte, el Poder Ejecutivo parece haber olvidado el propósito esencial y la historia de la Primera Enmienda. Cuando se adoptó la Constitución, muchas personas se opusieron firmemente porque el documento no contenía ninguna Carta de Derechos para salvaguardar ciertas libertades básicas. Temían especialmente que los nuevos poderes otorgados a un gobierno central pudieran interpretarse para permitir al gobierno restringir la libertad de religión, prensa, reunión y expresión. [...] (Mediante las enmiendas) Madison propuso lo que más tarde se convirtió en la Primera Enmienda en tres partes, [...] una de las cuales proclamó: "El pueblo no será privado o abreviado de su derecho a hablar, a escribir o a publicar sus sentimientos; y la libertad de prensa, como uno de los grandes baluartes de la libertad, será inviolable. [...]
Sin embargo, el Procurador General argumenta y algunos miembros de la Corte parecen estar de acuerdo en que los poderes generales del Gobierno adoptados en la Constitución original deben interpretarse para limitar y restringir las garantías específicas y enfáticas de la Carta de Derechos adoptada más adelante. No puedo imaginar una mayor perversión de la historia. Madison y los otros enmarcadores de la Primera Enmienda, hombres capaces que eran, escribieron en un lenguaje que creían sinceramente que nunca podría ser malinterpretado: El Congreso no hará ninguna ley contra la libertad de prensa. Tanto la historia como el lenguaje de la Primera Enmienda apoyan la opinión de que la prensa debe dejarse libre para publicar noticias, cualquiera que sea la fuente, sin censura, mandamientos judiciales o restricciones previas.

En la Primera Enmienda, los Padres Fundadores dieron a la prensa libre la protección que debía tener para cumplir su papel esencial en nuestra democracia. La prensa debía servir a los gobernados, no a los gobernadores. El poder del Gobierno para censurar a la prensa fue abolido para que la prensa permaneciera eternamente libre de censurar al Gobierno. La prensa estaba protegida para que pudiera desnudar los secretos del gobierno e informar a la gente. Sólo una prensa libre y sin restricciones puede exponer eficazmente el engaño en el gobierno. Y lo primordial entre las responsabilidades de una prensa libre es el deber de impedir que cualquier parte del gobierno comprometa al pueblo y los envíe a tierras lejanas para morir de fiebres extranjeras y disparos y proyectiles extranjeros. En mi opinión, lejos de merecer la condena por sus valientes reportajes, el New York Times, el Washington Post y otros periódicos deberían ser elogiados por servir al propósito que los Padres Fundadores vieron tan claramente. Al revelar el funcionamiento del gobierno que condujo a la guerra de Vietnam, los periódicos hicieron noblemente precisamente lo que los Fundadores esperaban y confiaban en que harían. (Cornell Law School, 2014).
El fallo fue adoptado con una votación de 6 a 3. Y permitió al Times y Post publicar enteramente los Pentagon Papers. Tiempo después, Nixon vetaría de la Casa Blanca a los reporteros del Times y el Post. No obstante, estos últimos volverían algunos años despues con una flamante investigación que pasaría a la historia como el escándalo del Watergate y que obligaría Nixon a renunciar a la presidencia de Estados Unidos por actos de corrupción.
Me gustaría solo quedarme con dos cosas. La primera, es histórico, justo y pertinente que los periodistas o estudiantes de periodismo no olviden la frase la prensa debe servir a los gobernados, no a los gobernantes. Los periodistas construyen con sus investigaciones a la democracia en un sentido amplio y permiten la discusión de ideas e intereses de manera dinámica, por supuesto, cada periodista y medio de comunicación tiene una posición política y es muy válida que la tenga pero no debe olvidar que potencialmente toda la nación leerá el artículo. Los periodistas cumplen un papel importantísimo dentro del sistema político que a muchos politólogos, por ejemplo, se les ha olvidado tomar en cuenta.
Y la segunda es que la unión hace la fuerza. Todos los periódicos en este caso histórico se solidarizaron con el Times y el Post. Cada periódico era distinto entre sí, pero entendieron que si uno de esos periódicos caía, ellos serían los siguientes y la viabilidad de la libertad de prensa quedaría en vilo.
Los periodistas son personas mucho más imaginativas y dinámicas que los políticos y en el momento mismo en que esas personas pierdan esas dos características, el Estado democrático occidental podría ya no ser tan democrático. Libertad para todos los periodistas censurados.
Referencias
Cornell Law School. New York Times Company, Petitioner, v. United States. United States, Petitioner, v. The Washington Post Company et al. Nueva York, 2014, https://www.law.cornell.edu/supremecourt/text/403/713 [consultado el 25 de marzo de 2021]
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