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Inhala, exhala, lee

Some of you will succumb and some of you won’t,

and my sending this warning won’t alter those proportions.

So why did I do it?

Because I had no choice.

Ted Chiang


Ted Chiang es uno de los escritores de ciencia ficción más populares y sonados durante los últimos años. Oriundo de Nueva York, hijo de padres nacidos en China y con casi 54 años vividos, cuenta con diecinueve narraciones publicadas. La más famosa de ellas, e incluso llevada con éxito taquillero al cine por Denis Villeneuve, es Story of Your Life (La historia de tu vida), una novela corta que aborda el encuentro de una lingüista humana con extraterrestres para quienes la noción de tiempo es radicalmente diferente, pues es la de unidad: pasado, presente y futuro son uno solo.


Sus cuentos y novelas cortas, a pesar de ser reducidos en número, cuentan con una calidad difícil de mantener. Así como muchos otros autores consagrados, Chiang escribe con extrema minucia, precisión y profundidad. Como tema recurrente, el lector encontrará la pregunta sobre si existe el libre albedrío, así como otras cuestiones más cotidianamente relacionadas a la ciencia ficción (viajes en el tiempo, la búsqueda de vida en otros planetas y el ciberespacio).


Todas abordadas de una manera novedosa, narradas con naturalidad. Surgirán en su mente cuestionamientos filosóficos capaces de replantear más de tres conceptos. Y también se divertirá. En los siguientes párrafos ilustro dos de las ideas que más me fascinaron en su segundo libro, Exhalation.

Situada en el Cairo, la tienda del alquimista que es personaje crucial del primero de los cuentos exhibe una puerta que pareciera no conducir a ninguna parte, al estilo de Monsters Inc. Sin embargo, si uno entra por el lado derecho saltará veinte años al mañana, mientras que si lo hace por el lado izquierdo, visitará el mundo como era hace dos décadas. Nos cuenta aquel misterioso personaje la historia de un hombre que utiliza en diversas ocasiones la entrada que lleva al futuro para conversar consigo mismo.


En alguna de esas visitas su próxima esposa, a quien él aún no conoce, lo divisa y siente pasión renovada por esa versión moza de su amado. Tiempo después aprovecha la ausencia de su marido para visitar el pasado, con la esperanza de volver a probar su carne joven. (¿Contará esto como un engaño, si asumimos que su matrimonio es monógamo?)


Tras algunos inconvenientes consigue ser invitada al cuarto donde duerme su entonces aún no esposo. No obstante, la mujer se lleva una sorpresa al notar la inexperiencia del zagal en las artes amatorias: ella bien recuerda que para su boda era él ya un amante diestro y aquella fecha no se encontraba tan lejana. Pero entonces lo entiende. Es a ella misma a quien le corresponde la tarea de instruirlo para que pueda maravillar con su habilidad a su “yo del pasado” cuando por fin la conozca. Así como a una versión anterior de ella debió corresponderle procurar el placer de su primera noche de casada.

En el último de los relatos se aborda la posibilidad de acceder a diferentes ‘ramas’, que son los a veces denominados universos paralelos, mediante un artefacto llamado prisma. En un principio se trata de gigantescas máquinas, inaccesibles para el público en general, pero para la era en que transcurre la trama, son de uso común. La gente los compra con el objetivo de comunicarse con sus ‘otros yos’ y descubrir de esa manera cómo es su vida en otras ramas, o cómo pudo serlo si hubieran tomado un camino alternativo.


Una joven drogadicta es empleada de uno de los establecimientos que se dedican a vender prismas y un fraude urdido por su jefe la envuelve en situaciones que la hacen plantearse la pregunta sobre si las decisiones que toma la gente en su rama importan. No tiene clara la forma de convencerse de que su universo es más importante que algún otro, ni de asegurar por ejemplo que los actos buenos que uno comete tienen importancia pues no serán contrarrestados en automático por crímenes atroces cometidos por alguno de sus otros yos.


Aparte del cuento, el autor menciona un ejemplo que para él ofrece luz ante estos conflictos que surgen al pensar sobre qué tan arbitrario o azaroso es el comportamiento humano. Menciona que Martín Lutero llegó a decir “Aquí estoy, no puedo hacer otra cosa”, adjudicando así a su lucha un carácter predestinado. Y hay gente que en consecuencia lo demerita, implicando que si confrontó a la iglesia no fue por su voluntad. Sin embargo, Chiang considera la posibilidad de hurgar en diferentes universos paralelos y registrar en cuántos de ellos es que Lutero defiende los mismos ideales.


Es decir, propone que la esencia de un ser humano determinado no es tan fácil de quebrantar y tomando algo parecido a un promedio de su conducta en diferentes circunstancias podemos vislumbrar quién es realmente.

Debido a lo relativamente breve de su obra, a Chiang se le puede leer todo en un período de tiempo razonable. Sus dos libros han sido traducidos y publicados en español. Cierro esta tercera entrega de Avenida Neón invitando a quien me lea a incursionar en su obra, con la sutil esperanza de que no sea el destino quien me dicte estas palabras y la certeza de que son más las ramas en que termino así este texto.


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