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Clases de Historia


“― Los abismos dan mucho miedo.

― Lo sé, son espeluznantes.”

Pilar Quintana


Alguna vez escuché que los prejuicios nos ayudaban a unir las partes sueltas de nuestro entorno a las que no les encontrábamos el sentido. Que funcionaban como una suerte de hilo conductor temporal, hasta que descubriéramos aquellas partes que nos faltaban. Pienso que eso es algo que puede pasarnos cuando nos encontramos alejados del cine mexicano actual. Creemos que lo conocemos, que lo hemos visto. Que lo tenemos en la cabeza. Sin embargo, Clases de Historia (2018) ha llegado como una muestra de que esto no es así.


Dirigida por Marcelino Islas Hernández, esta película narra la historia de Vero, una mujer en sus sesenta (Verónica Langer), con una enfermedad que se rehúsa a tratar. A la vida de esta profesora llegará Eva (Renata Vaca), una estudiante problemática y un poco misteriosa, que cambiará el ritmo de sus días. Las imágenes que se nos presentan son inconfundibles, pertenecen a escenarios del imaginario colectivo mexicano. Lugares como la feria, las escuelas, las calles, e incluso el inconfundible refresco a la hora de la comida, son retratados desde la apreciación y no de la apariencia.


Clases de historia, además de mostrarse como una buena alternativa a las narrativas más vistas y populares, quiere contarnos un secreto. Mismo que a nosotros nos corresponde descubrir a partir de las acciones de Vero y Eva. Su relación es percibida desde una especie de ambigüedad de sentimientos que es respondida por signos como la elección de colores en la última escena de la película.


Así es que Vero llega a una certeza, o varias. Descubre qué es lo que quiere hacer con su enfermedad, cuál es la realidad de su matrimonio y cuál la de su corazón. Eva la ayudará a reencontrarse. A aceptar quien es, e incluso quién ha sido, revelando la profunda cuestión que deseamos saber desde el principio. Clases de historia es una película donde nos enseñan el acontecimiento de encontrarnos.


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