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Un triste pedazo de cartón

Por Jorge Grana


Fuente: Milenio


La curiosidad mató al gato. Los memes y el alcohol influyeron en mí para visitar la pirámide colocada en Plaza de la Constitución que conmemora los 500 años de la caída de Tenochtitlan. No iba con muchas expectativas, no esperaba que de las entrañas de la estructura emergiera el azteca plateado que baila Dance with the devil, sólo iba con el interés del ojo curioso.


Vista en persona, bajo el Sol oculto detrás de las nubes, la estructura pierde la majestuosidad que se presume en fotos y en la propaganda gubernamental. Desde luego que llama la atención mientras, la ves desde 16 de septiembre o Madero, pero una vez debajo recuerdas que es de cartón.


En la plaza el ambiente es de fiesta más que de conmemoración. Gente con rasgos de conquistador europeo –whitexicans- hacen rituales emulando a sus ancestros. En otro punto de la Plaza, la gente se divierte con el juego de pelota prehispánico, “que se arme la reta”.

Los conmemorados –los pueblos indígenas- están ausentes, como lo han estado para el Estado mexicano que llamó a esta evocación “500 años de resistencia indígena”, pero que les negó acceso a la Plaza porque pretendían manifestarse. “¿Conmemoración de los pueblos originarios? Desplazamiento, discriminación, asesinatos, explotación”, se leía en una de las paredes que blindan a la estructura de cartón.


El espectáculo de luces inició cuando la obscuridad se adueñó del cielo. Ni la lluvia ni el virus impidieron que la gente se congregara en el Zócalo. Bien decía Monsiváis que un espectáculo en la Ciudad podría fracasar por todo, menos por falta de gente. El show –eso es, no más- inició tarde entre silbidos y personas que ante la demora abandonaban el lugar.

Antes de las proyecciones en la estructura, los edificios que rodean al Zócalo fueron alumbrados con luces que emulaban a Quetzalcóatl, “mira cómo se menea la cabeza de Quetzalcóatl”, decía la picardía capitalina. Al cuarto para las nueve las luces se apagaron para cederle espacio a las proyecciones del pasado, México antes de ser México.


¿Qué se proyectó en la pirámide? Los mismo que en la primaria nos contaron los libros de historia de la SEP. Quince minutos entre los viajeros de Aztlán, el encuentro entre Moctezuma y Cortés, la noche de la victoria, la masacre en el templo, la victoria de los conquistadores y la resistencia indígena. Un águila marcó el final del show acompañado del grito de “¡Viva México!” de algún paisano.


Aquella noche en la Plaza de la Constitución se proyectó la historia del Estado, esa que pretende enaltecer la resistencia de los pueblos indígenas, pero que en la realidad los segrega, olvida y discrimina. De nada sirve montar un espectáculo si no se reconocen y atienden las exigencias de los pueblos originarios. La pirámide representa en muchos sentidos al Estado mexicano, un Estado de cartón, un adorno creado de melancolía hipócrita. Un triste pedazo de cartón.


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