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La vida vicaria y el estupor ante la crisis humanitaria en Gaza.

  • revsafluenteescrit
  • 5 oct
  • 10 Min. de lectura
Fotografía de Rhodas Roux. Marcha Pro Palestina del 01 de octubre de 2025.
Fotografía de Rhodas Roux. Marcha Pro Palestina del 01 de octubre de 2025.

Por Diego Hurtado


Hace dos años, cuando el conflicto entre Israel y Palestina apenas comenzaba, una buena amiga hizo una publicación en redes sociales que me resultó impactante. Se trataba de la imagen de un padre sujetando el cuerpo desmembrado de su hijo: estaba decapitado, solo coservaba una pierna y carecía de brazos.


Ante la conmoción que una imagen dantesca como esa provocó en mi ser, no pude evitar cuestionarme: ¿Por quéestoy viendo esto? ¿Todos ven lo mismo y a nadie le parece urgente que esto se detenga? ¿De qué manera ayuda a la causa Palestina que una imagen tan brutal circule dentro de las redes sociales?


La proliferación de imágenes industriales que plasman niveles de violencia gráfica tan explícita tiene una ampliadiversidad de consecuencias comunicativas, psicológicas, sociales y políticas. Para este texto, me enfocaré en dos implicaciones en particular:


1.  La exhibición de un genocidio perpetuado ante los ojos del mundo, en plena era de la mass media, sin que la lógicade reproducción y acumulación infinita del capital se detenga ni por un segundo para horrorizarse y frenar una masacre injustificada.


2.  La confirmación de la tesis de Robert Redecker en El eclipse de la muerte, donde sostiene que las imágenes industriales son objetos de consumo carentes de representatividad y que vacían a la realidad de su contenido real.


Redecker afirma que, para la humanidad del siglo XXI, la muerte se ha vuelto un hecho increíble. Sabemos que vamos a morir, pero ya no creemos que efectivamente lo haremos. Es más, intentamos constantemente eludir todopensamiento y acción que evoque a la muerte. Aquello es notable en la ausencia de ritos de paso dentro de nuestrasociedad contemporánea; en la obsesión neurótica por aparentar una juventud eterna a través de cosméticos, cremas y demás artículos de “belleza”; y —con mayor importancia para la serie de conflictos internacionales que nosaquejan— en el shadowban que imponen los algoritmos en las redes sociales con respecto a la situación en Palestina, Líbano, Siria o el Congo.


Esta visibilidad sesgada nos obliga a interactuar con el algoritmo: si queremos denunciar e informarnos sobre la crisis humanitaria y bélica que aqueja al mundo, debemos participar en la dinámica mercantil de los likes y shares. Bajo esta gestión de lo sensible, la espectacularización algorítmica de la guerra y el genocidio se transforma en una configuración digital del sufrimiento, se trata de un dispositivo digital mediante el cual los tejedores del algoritmo ajustan el flujo de información de acuerdo con los intereses que desean proteger. De este modo, lo que mayormente consumimos no es más que contenido híper visible que, aún así, solo ofrece una ficción virtual del sufrimiento ajeno.


Cuando visualizamos una imagen desbordante en violencia y que ilustra de manera tan explícita a la muerte, simplemente nos resulta increíble. No nos parece que la realidad contenida en una imagen bidimensional pueda aproximarse a la cotidianidad de nuestra pretendida —o más bien, parodiada— inmortalidad. La humanidad contemporánea experimenta la muerte a través de las imágenes industriales de esta manera, debido a diversos procesos culturales que encuentran su génesis en la muerte de Dios, se consolidan a través de la mercantilización de la vida social y, finalmente, las consumimos en forma de espectáculo.


Al respecto, podríamos recuperar la aguda y vigente interpretación que Guy Debord realizó hace casi 60 años en La Sociedad del Espectáculo:


El espectáculo no es un conjunto de imágenes, sino una relación social entre personas mediatizada por imágenes. El espectáculo no puede entenderse como el abuso de un mundo visual, el producto de las técnicas de difusión masiva de imágenes. Es más bien una Weltanschauung que ha llegado a ser efectiva, a traducirse materialmente. Es una visión del mundo que se ha objetivado (Debord, 2025).

El fenómeno de la mass media ha llegado a conquistar lo que consumimos y la forma en que lo hacemos. Para este fin, existen algoritmos diseñados para cada uno de nosotros, aunque todos comparten una exigencia en común: noperder nuestra atención. Esta cosmovisión del sistema de producción, progresivamente nos ha habituado a convivircon imágenes cada vez más violentas, eventos que no existen como los videos elaborados con inteligencia artificial—, discursos que marginan y radicalizan, tragedias cotidianas, arte sin autoría y la pretensión de consolidar una metarrealidad lo más plana posible: maniquea, manipulable, a placer de quien establece las reglas del juego.


Fotografía de Rhodas Roux. Marcha Pro Palestina del 01 de octubre de 2025.
Fotografía de Rhodas Roux. Marcha Pro Palestina del 01 de octubre de 2025.

Esta es la dinámica que se manifiesta a través de la tele-visión. La vida ya no necesita experimentarse en tres o cuatro dimensiones; dos son suficientes para elaborar el simulacro de la muerte, la guerra, el sexo o el deseo. Así es como la realidad pierde su sustancia, y la imagen que nos ofrece la pantalla se convierte en un espectáculo épico —o más bien, en parodia vulgar de la épica— de un evento que parece haber sido coreografiado para experimentarse de la manera en que lo hace.


Un ejemplo preciso de esta dinámica se encuentra en un video que recientemente circuló en redes sociales y mediosde noticias: un joven saxofonista en el Líbano tocaba su instrumento con visible júbilo, mientras los presentes bailaban y grababan el bombardeo iraní a Israel desde sus smartphones. Nosotros los tele-videntes, ellos los tele-vivientes.


Por supuesto, esta experiencia deshumanizante también encuentra su expresión en una novedosa actividad de“entretenimiento” que el sector turístico israelí ha desarrollado y que se ha conceptualizado bajo el nombre de turismo de genocidio. Esta actividad se refiere al:


uso del turismo no sólo como herramienta de compromiso económico y cultural, sino como mecanismo para normalizare incluso promover la violencia, la ocupación y, en algunos casos, el genocidio. En el caso de Palestina, y en particular de la Franja de Gaza, la industria turística israelí se ha visto implicada en la explotación de la destrucción causada por las operaciones militares israelíes, transformando el sufrimiento de los civiles palestinos en una forma de entretenimiento (Abu Alsaud, 2024).

Este enfoque turístico —de carácter criminal— es impulsado por Daniella Weiss, una de las principales líderes del movimiento colonizador sionista. Tiene como objetivo acercarse lo más posible a Gaza para transmitir la ideade que “de ahora en adelante, Gaza será completamente judía" (Globe Eye News, 2024). Quienes participan en estas excursiones en barco o autobús —sin excluir siquiera a los infantes—, se limitan a contemplar, desde la distancia, la muerte y la destrucción de aquel sujeto infrahumano al que desprecian con el nombre de palestino. Celebran con efusividad su aniquilación y disfrutan el espectáculo lejano que las explosiones pueden ofrecer a sus ojos mientras sujetan en sus manos al mejor de los testigos: el smartphone.


Esta forma particular de experimentar la realidad por parte de la humanidad contemporánea nos recuerda el pensamiento de Maynard James Keenan, vocalista de la banda Tool, plasmado en la lírica de su sencillo Vicarious:


I need to watch things die
From a good safe distance
Vicariously, I live while the whole world dies
You all feel the same, so
Why can't we just admit it (Tool, 2006).

Considero que podemos tomar prestados estos versos para analizar el estupor y la pasividad generalizada ante la urgencia humanitaria que se vive en Gaza. En primer lugar, es posible inferir un proceso de sublimación de las pulsiones de muerte a través de la visualización de bombardeos, ejecuciones, incendios y/o torturas infligidas a otros seres humanos. No obstante, dicho proceso solo podrá satisfacer a quienes sean incapaces de identificarse con el bando al que asimilan como criminal —es decir, lo antihumano y lo irracional—, ya que lo que se disputa es el justolugar de la víctima.

 

Se trata de una otredad frente a la que se rivaliza, expresando un deseo de aniquilación al negarle toda posibilidad de identidad y pertenencia en relación con la tierra disputada. Así surge el goce ante la destrucción de ese otro que limita la aspiración a poseerlo todo. Esto podría ser una explicación somera del fenómeno del turismo de genocidio, aunque resulta insuficiente para entender la interacción del mundo entero —anteriormente ejemplificada con el joven saxofonista— respecto a esta dinámica mortífera y discriminatoria.


Para Redecker:

[…] la muerte se ha vuelto insoportable porque la profusión de imágenes de tipo industrial la desimbolizan. Desimbolizar: cortar el vínculo con el universo del sentido que trasciende el acontecimiento a la vez que lo vuelve incomprensible. La desimbolización se organiza como el paso de un universo de tres o cuatro dimensiones (el universo de la donación de sentido) a un universo plano con solo dos dimensiones, el universo de la pantalla (Redecker, 2017).
Fotografía de Rhodas Roux. Marcha Pro Palestina del 01 de octubre de 2025.
Fotografía de Rhodas Roux. Marcha Pro Palestina del 01 de octubre de 2025.

Redecker considera que la única forma en la que la muerte se manifiesta dentro de las urbes es en la forma de la violencia extrema: el terrorismo. El terrorismo ha logrado instrumentalizar a las diversas y constantes cadenas de información para desplegar su discurso ysu coreografía cáustica, mientras su contenido es absorbido por la mayor cantidad de personas posible. Para los terroristas, la muerte nosignifica nada; les resulta tan fácil matar como morir. La muerte terrorista es un “espectáculo para pantallas […] videojuego, en fin, de la muerte alejada de la realidad" (Redecker, 2017), y nosotros, inadvertidamente, hemos replicado esa misma dinámica para nosotros mismos y para nuestro auditorio digital.


A partir del pensamiento de Redecker, Debord y Tool, quizá sería pertinente plantear que, en el marco del eclipse de la muerte y la sociedad del espectáculo, también surge una nueva forma de vivir a la que podríamos denominar: la vida vicaria. Esta forma de vida se caracteriza por una asimilación filtrada de la realidad a través de las pantallas a las que nos encontramos expuestos constantemente.


La experiencia de la realidad filtrada se asemeja a lo propuesto por Platón en La República, con su célebre alegoría de la caverna. En ella, los prisioneros, encadenados desde su infancia e incapacitados para girar sus cuellos, solo pueden mirar una pared en la que se les mostrarán sombras de objetos reales, generadas a sus espaldas mediante figuras de madera y piedra, un fuego, la luz del exterior, una especie demampara y un camino escarpado que los separa de la salida a la cueva. "Es incuestionable, por tanto, dije, que, en el criterio de estas gentes, la realidad no puede ser ninguna otra cosa sino las sombras de los objetos fabricados" (Platón, 2007); esta condición es idéntica a la que nos enfrentamos en nuestra realidad.


Así como las sombras planas y bidimensionales que visualizaban los prisioneros platónicos, los reels, Tik Toks y elcontenido multimedia en general resultan en una mímesis paródica de aquella antaña analogía: nos hemos acostumbrado a experimentar el mundo a través de una caricatura. La humanidad tele-viviente y vicaria ha asimilado al filtro de su pantalla algoritmizada como la principal conexión estable con la realidad, encontrando en la “nube” y el smartphone al inmortal testigo de sus descubrimientos, triunfos y atrocidades.


El horror de una muerte desimbolizada —una muerte que está muerta— y una humanidad deshumanizada —porque ya no puede convivir con la muerte— resulta en el triunfo del discurso y la plétora mediática terrorista. No podemos asimilar una lluvia dorada de misiles que amenazan con destruir lo que es común a todos —la vida y la Tierra— comola calamidad que se avecina; por tanto, nos vemos inclinados a fabricar un espectáculo de gozo y venganza con el que, además, podamos beneficiarnos a través de la mass media. Ahí es donde las imágenes, desprovistas de su carácter real, mutan hacia la tendencia artificial propia de la televisión: vulgarizar y trivializar.


Existen una gran cantidad de casos más que muestran esta misma dinámica. Por ejemplo, el proyecto —doblementeparódico, trivial y vulgar— que Donald Trump promovió a través de Truth Social, su red social, denominado “Rivierade Medio Oriente” o “Trump Gaza”, donde planteaba construir una especie de complejo turístico gigantesco después del asedio israelí; o la propia imagengenerada por inteligencia artificial que ilustraba el lema “ALL EYES ON RAFAH”, incapaz siquiera de dibujar conclaridad si aquellos extraños cuadrados de colores representaban contenedores industriales o un campamento de refugiados.


En una época anterior a la creación de generaciones humanas estandarizadas —me refiero a los Marketing QualifiedLead (MQL) como el argot del marketing ha catalogado ahora a los seres humanos bajo los motes de baby boomers, millennials, generación Z, pandemialls, etc.—, la humanidad convivía con el terror a la muerte a través de lo único capaz de dotarla de sentido: el símbolo.


El símbolo representa; está lleno de una presencia y un sentido. Busca llenar el vacío angustiante que envuelve a la (in)existencia de la muerte: me refiero a la posibilidad de que en la muerte no haya nada, o que sea nada en realidad, como lo sugiere la corriente materialista de Epicuro y Lucrecio. Por otra parte, la imagen no puede simbolizar ni representar: las imágenes son solo virtuales. Una imagen remite a otra, no a las experiencias vividas por cada individuo; no se representa lo que se vive, solo se plasma lo que se ve. No obstante, en ese contacto hiperreal —queno se encuentra barrado por un símbolo que medie entre el terror y el goce —, se manifiesta, paradójicamente, lairrealidad de la imagen. Y con ello se fabrica la vida vicaria.


Hoy preferimos vivir con un filtro que nos exponga solamente a los horrores y placeres con los que,inconscientemente, nos podemos permitir sobrellevar el sufrimiento de la existencia. Permitimos que un grupo de tecno-oligarcas diseñe una serie de algoritmos que puedan mantenernos distraídos de la espada de Damocles que se tambalea sobre la cabeza de la humanidad entera. Y cuando el mundo demanda de nosotros nuestra atención, nuestro cuidado, nuestra indignación y nuestro sentido de justicia, solo podemos ver lo que nuestro vicario —el smartphone— ha seleccionado con antelación para nuestro accionar individual, pues su meta es inhibir el accionar colectivo real; es decir, el accionar con otros seres humanos y con la materia: esa que tanto aborrece la sociedad higienista del siglo XXI.


Es natural que temamos a la muerte, pero podemos aprender a vivir con ella. Cualquier ser dotado de intelección y uso de razón puede superar su etapa de inocencia intelectual para asimilar el hecho de la muerte y exclamar con entereza: “voy a morir”. La pregunta verdaderamente urgente y angustiante —particularmente en la encrucijadahistórica a la que nos enfrentamos como humanidad en estos años— es: ¿cuántos de nosotros estamos dispuestos a exclamar con la misma entereza y convicción: “vamos a vivir”?


Luchemos por nuestra muerte, una muerte simbolizada y real, pues es lo más humano que nos queda.

Fotografía de Rhodas Roux. Marcha Pro Palestina del 01 de octubre de 2025.
Fotografía de Rhodas Roux. Marcha Pro Palestina del 01 de octubre de 2025.

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