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La 4T inicia en la raíz

  • Revista Afluente
  • 26 feb 2021
  • 2 Min. de lectura

Jesús Arturo Pérez Macedo, estudiante de Ciencia Política de la FCPyS


Es innegable que México ha experimentado un cambio desde el 2018. Diversos escenarios políticos y sociales se han visto inmiscuidos en un ambicioso proyecto de transformación protagonizado y dirigido por el actual gobierno mexicano, denominando a este proceso de cambio: “La cuarta transformación”. Si bien es demasiado pronto para realizar una evaluación de los cambios, pudiendo ser estos bidireccionales, no lo es para asegurar que se ha puesto en marcha un motor de transición.


Desde 2019, en la zona norte del país, algunos gobernadores de diferentes entidades federativas comenzaron a reunirse para discutir el incremento de violencia en este sector. Con la actual situación clínica, la pandemia generada por COVID-19, este grupo de líderes estatales oficializaron sus lazos al declarase la Alianza Federalista.

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A pesar de que en un principio los objetivos de este nuevo grupo eran dirigidos a hacer frente a la pandemia, con el paso del tiempo sus verdaderas intenciones fueron reveladas. Para octubre del año pasado, los miembros de la Alianza Federalista, junto con algunos simpatizantes (todos militantes del PRI, PAN o PRD), solicitaron una reunión con el actual líder del poder Ejecutivo Federal, Andrés Manuel López Obrador, quien se negó a acudir a dicha cita; sosteniendo que esta nueva agrupación existe únicamente con fines electorales y él no habría de prestarles la imagen presidencial. Como reacción a las acciones del Ejecutivo surgió dentro de la opinión pública un tema poco mencionado con anterioridad; el Pacto Federal (PF) y la Ley de Coordinación Fiscal (LCF).


El PF es una institución nacida de los valores federales implantados en la Constitución de 1917, mientras que la LCF surge para coordinar la fiscalización federal y las estatales desde 1979. A pesar de que algunos actores de la Alianza Federalista llegaron a mencionar o hacer referencia a la ruptura del PF, la amenaza no concibió la importancia que merecía, descartándola por ser irreal en términos democráticos e inconstitucional en términos autoritarios. Por ello, el discurso de la alianza tendió a la rediscusión de la LCF, argumentando ser carente de eficiencia.

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La LCF tuvo su origen en el panorama de un partido hegemónico y un fuerte presidencialismo y quedó, a pesar de sus reformas, como una huella de las actitudes centralistas que caracterizaron el gobierno mexicano en el siglo pasado. A pesar de que somos oficialmente una Nación Federalista.


Si Andrés Manuel y MORENA (actual partido político con más fuerza en el Congreso de la Unión), quieren ser los protagonistas de una verdadera cuarta transformación, entonces no deben desconsiderar la importancia de las instituciones creadas por el viejo régimen. Puesto que, todas guardan en sí un legado difícil de negar, incluso la actual institución presidencial. Del debate político ideologizado, quizás con fines electorales, se rescata la necesidad de revisión del sistema político mexicano contemporáneo, con sus tradiciones, continuidades y cambios. Los estudiantes y académicos no podemos caer en simplismos, tales como “nada cambia” o “todo está cambiando”, ante nosotros está la futura historia, mantengamos los ojos bien abiertos.

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