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DOBLE COLUMNA: ¿POLÍTICA Y REDES SOCIALES?

  • Revista Afluente
  • 24 ago 2021
  • 9 Min. de lectura

La política no solo se hace en redes sociales

Por Carlos Sarabia


Fuente: The Economist


Las redes sociales han marcado una gran diferencia en la historia de la humanidad. Hoy se puede hablar de una sociedad moderna antes y otra después de la creación de la televisión, el internet, los ordenadores y los dispositivos digitales, de donde surgen: Facebook, Twitter, YouTube, TikTok, etc. Como tal, estos medios de comunicación engendraron al Homo Videns y después al Homo Twitter, según dos conceptos continuos: el primero desarrollado por Giovanni Sartori en su obra titulada Homo vides, la sociedad teledirigida; el segundo por César Cansino, su discípulo, en su blog personal Textos heréticos del 2009.


La creación de estos dos tipos de sujetos comienza en el siglo XX, con la distribución de la televisión alrededor del mundo, fenómeno que luego es secundado por el internet. El cual se consolida en el siglo XXI. El Homo Videns es aquel que ha crecido viendo televisión, es más: “[es] educado en el tele-ver – delante de un televisor – incluso antes de saber leer o escribir” (Sartori, 2001, pág. 12). Por lo tanto, se educa mediante imágenes que intentan representar ideas, e incluso conocimientos, pero de manera errónea.


El segundo sujeto se ha desarrollado a partir de nuestro siglo, y se sigue creando, conforme avanzan las generaciones. Es aquella persona internauta que, en el ciberespacio, es bombardeado con información, la mayoría de las veces falsa; estas ráfagas fugaces de información y desinformación provocan que aumente el impacto de lo visual sobre lo escrito. De modo que, por medio de las denominadas fake news, va formando su opinión sobre los asuntos públicos, aunque esta sea falaz o errónea.


En la otredad, se encuentra el individuo que no ha abandonado a la palabra como inicio de todo conocimiento. Aquel que busca la veracidad, incluso de las propias palabras para seguir el consejo del filósofo Platón sobre ir al significado más primitivo de éstas, y con ello, acercarse más a la certeza de las cosas. Por obviedad, esta persona no ha relegado los libros, los periódicos o las revistas, donde se encuentran registrados los argumentos de los autores sobre un asunto determinado. Asimismo, en estos textos se pueden contrastar los postulados que ahí se plantean y reconocer si son verídicos o no.


De los primeros dos personajes, el “político” y el opinólogo televisivo o de medios digitales se aprovecha para anexar participantes a su audiencia. Las características que se pueden observar en estas personas son las siguientes: uso de saco, corbata, camisa, zapatos, zapatillas, reloj, joyas o vestidos de “tacuche”, como se dice coloquialmente. Además, tienen buena resolución en las imágenes y videos donde se proyectan, pero mala calidad en las ideas que intentan implantar para persuadir a los incautos.


Igualmente, hacen uso de una retórica con un entrenamiento previo, porque más allá de informar, lo que buscan es persuadir. De igual forma, en el contexto de la política mexicana actual tienen un discurso que, si son “de izquierda”, defienden a la Cuarta Transformación, y si son “de derecha”, aborrecen todo lo que tiene que ver con López Obrador. Éstos caen en el juego del tipo de comunicación política impulsada desde la Segunda Guerra Mundial: el de amigo-enemigo. Cabe aclarar que la distinción entre derecha e izquierda es muy importante para el mundo moderno, pero a veces estos personajes ni siquiera saben donde están parados cuando defienden algún tema “desde la derecha” y no se diga “desde la izquierda”.


Por ejemplo: si el tema predominante en el ágora es el proyecto del Tren Maya, saldrán los defensores de la Cuarta Transformación a decir que la izquierda ha logrado impulsar el desarrollo del país, ¡cuando el Tren Maya es un proyecto netamente neoliberal! En consecuencia, los de la derecha rechazarán tajantemente la obra, tachándola de “poco competitiva” o “mal planeada”, porque simplemente no lo está impulsando un mandatario de su bando.


La cuestión aquí no es que se pongan “el tacuche” para salir en entrevistas, conversatorios y debates por redes sociales o televisión. Está bien que hagan su show, su teatro; aquellos espectáculos que antes eran duopolio de Televisa y TV Azteca. Lo que no está bien es que se llamen a sí mismos actores políticos o que digan que saben y hacen política, solo por acumular visitas o likes en sus cuentas. Igualmente, que se hagan llamar así en cada campaña política al buscar un puesto donde se les brinde un sueldo, o por participar en cada edición de cualquier parlamento juvenil.


Así como Antonio Gramsci criticó a los intelectuales de alta cultura, esta columna lo hace con los politiqueros e intelectualoides de mediana cultura, principalmente jóvenes, porque los adultos nunca quisieron salir de su silla de conformismo. Se critica a aquellos que buscan la aceptación de “los de arriba”, olvidándose por completo del colectivo y de los problemas de las clases populares; a aquellos que tratan de deslumbrar con un muro de Facebook repleto de reacciones en su contenido, pero sin ninguna clase de acción política directa en sus comunidades, donde se debe empezar a tratar de reparar las cosas para que el país funcione.


De igual forma, se critica a los jóvenes que, como menciona en sus cátedras el Dr. Francisco Piñón Gaytán: “ven los trastes en el fregadero y no los lavan”. Sólo mencionan los infinitos porqués de los trastes, pero no se mojan las manos. Lamentablemente, con una juventud que piensa el arte de la política en ostentar un cargo y en dar su opinión sobre cualquier asunto público en algún foro, esta nación seguirá en las mismas ruinas en las que se encuentra. Seguirán llegando los mismos funcionarios a la administración pública y los mismos legisladores a los congresos, sin noción alguna del sentir de la sociedad para la que laborarán. De igual forma, seguiremos teniendo las mismas opiniones sesgadas, que buscan únicamente incrementar el egocentrismo de los “comentórratas”. En síntesis, los jóvenes que según se interesan por la política seguirán caminando como los cangrejos.


Referencias

Sartori, G. (2001). Homo videns. Ciudad de México: Taurus.



El “liderazgo” despolitizado en redes sociales

Por Isaac Riquelme


Fuente: Law Institute of Victoria


Con el auge de las redes sociales se han diversificado los canales de comunicación por los cuales se difunden no sólo noticias, sino también por medio de los que se forma la opinión pública y en donde se generan debates en torno a los asuntos coyunturales de la vida política nacional e internacional.


En estos espacios se exacerba la polarización puesto que, se confrontan filias y fobias ideológicas, lo cual resulta en primera instancia positivo debido a que incentiva la argumentación y la formulación e intercambio de ideas, aspectos que resultan cruciales en el desarrollo de habilidades cognitivas. Por consecuencia, se generan ciudadanos pensantes, informados y con mayor consciencia social. De ahí que el beneficio es doble, al elevar el nivel de deliberación e involucramiento en cuanto al acontecer público, mismo que nos atañe a todos y cada uno de nosotros como miembros de una comunidad política.


Casi por naturaleza en todos los espacios en donde se trasmite información de interés colectivo surgen líderes de opinión, aquellos personajes que cuentan con las credenciales (aunque muchas veces no es el caso) para comprender mejor que el promedio los fenómenos sociales, su labor por tanto no es la de limitarse a describir lo que acontece, sino de emitir su opinión personal con respecto a un hecho del momento con la finalidad no sólo de informar, sino de incidir en la percepción de los demás. Es decir, conseguir persuadir a su audiencia en tanto que su percepción sea la correcta y con ello se inclinen a adoptar dicha postura.


Ciertamente los medios tradicionales aun cuando se hayan trasladado también a las plataformas digitales, adecuándose a la dinámica social de las nuevas generaciones, tomando en consideración el dicho de “transformarse o morir”: continúan siendo bastante herméticos. El hecho de tener la posibilidad de participar en ellos resulta una hazaña sumamente difícil para la mayoría y son unos cuantos quienes cuentan con el privilegio de lograrlo. Ante esta realidad, se han aprovechado las diversas herramientas que la tecnología nos ha brindado en las dos últimas décadas.


Es por ello por lo que, vemos surgir canales en YouTube, videoblogs, webinars, conversatorios y diversos formatos de trasmisión en vivo o generación de contenido audiovisual de corta duración, pero de mucho alcance mediático.

Es de celebrarse que las nuevas generaciones estén teniendo la iniciativa de incursionar en el ámbito de la comunicación o de la política según sea el caso, el hacerse ver y escuchar es una de las responsabilidades cívicas que cada uno tenemos como ciudadanos, pero una cosa es atreverse a hacerlo y otra muy diferente es prepararse para ello ofreciendo un contenido de calidad.

La crítica que buscamos hacer se enfoca en aquellos jóvenes que sin ningún bagaje teórico ni experiencia práctica en torno a lo político buscan hacer política. Ello resulta totalmente absurdo, ya que se hallan en un estado de completa alienación con respecto a la actividad que aspiran a desempeñar. Es más, al escucharlos hablar o leer algo de lo que balbucean, se percibe un completo desconocimiento, así como un entendimiento parcial y sesgado de la realidad. Esto habla de que ellos únicamente se limitan a opinar desde la atalaya privilegiada desde donde observan lo que sobreviene sin hacerse preguntas relevantes o mejor aún darse a la labor de indagar, documentarse y ya no digamos hacer labor de campo.

Lo anterior nos habla de un desempeño mediocre y una superficialidad preocupante Puesto que sólo se enfocan en la inmediatez de la circunstancia, dejando de lado los aconteceres previos y los factores subyacentes que juegan un papel crucial en los diversos fenómenos sociales que suceden. Creen que mediante simplismos y creencias fomentan una cultura política sólida y generan debate, cuando lo único que hacen es replicar una colección de lugares comunes que, dicho sea de paso, muchos de ellos terminan siendo perjudiciales para la sociedad por su alta carga de clasismo, racismo y otras formas de discriminación que por el poder que les otorga el micrófono que utilizan, otras personas reproducen dichas actitudes y creencias nefastas. En pocas palabras, su nivel de análisis es nulo.

La razón por la cual hablamos de un liderazgo despolitizado es porque el fin último del arte de la política es el de elevar la calidad de vida de los ciudadanos incentivando el sentido de comunidad en donde se crea una cohesión social privilegiando lo colectivo sobre lo individual. Cuando observamos con detenimiento el comportamiento de los supuestos líderes juveniles en redes sociales, podemos hallar algunas constantes, una de ellas es que la finalidad última que ellos buscan va a contracorriente de la política. Pues lo que ellos pretenden es engrandecer su imagen personal y obtener un mayor número de seguidores, lo que además de popularidad se traduce en dinero, por lo que el bien común ni siquiera pasa a segundo término de prioridad, permanece ausente y no es de su interés. Siendo esto una conducta explícitamente egoísta.

Pareciera que lo más importante es engrosar el ego, ser vistos, escuchados por tanto su estrategia es verse bien, tener una apariencia estética impecable de tal forma que lo visual permee las cortas ideas y aseveraciones que vierten. Empero, como también quieren ser escuchados y que otras personas repliquen su pensamiento, se esfuerzan en demasía por generar una retórica meticulosamente prefabricada (que hasta falsa suena), misma que dirigen directamente hacia las emociones de su público: objetivo que logran de inmediato, porque a la mayoría le agrada y emociona escuchar o leer su opinión publicada por alguien que consideran “experto” o influyente. Es lo que el sociólogo francés, Pierre Bourdieu, llamó sociólogos de ocasión, ello se relaciona estrechamente con el fenómeno de la posverdad, al ser esta la creación de una realidad alterna, que en este caso sería la deseada.

Es muy lamentable que estos personajes en vez de utilizar los canales y medios que disponen para beneficio de la sociedad sean empleados para llevar a cabo sus aspiraciones y proyectos repletos de autointerés. Se podría llegar a pensar que uno de los puntos favorables es que fomentan el diálogo, sin embargo, una vez más esto no resulta ser de esa forma. Puesto que, por lo general cuando hay algún programa en donde varios de ellos participan, la homogeneidad ideológica es palpable.

Al no contar con la preparación adecuada, le huyen al debate, procuran que sus encuentros sean con personajes similares a ellos, que sea prácticamente como hablar con el espejo, en donde el debate es árido e infértil debido a que no se crea nuevo conocimiento producto del contraste de ideas. Si alguna de sus creencias es cuestionada por alguien con mayor criterio se alarman poniéndose a la defensiva y acribillando a la contraparte con falacias ad hominen, al querer atacar a la persona más no al argumento.

Se ven vulnerables cuando pinchan la burbuja que encierra su percepción simplista, misma que ellos creen posee la verdad absoluta y la solución definitiva a los grandes problemas sociales. Es por ello por lo que o abandonan el debate o acusan de pesimista a la persona que los cuestiona. Lo anterior se debe a que vivimos en una época de soluciones inmediatas, de simplismos, pero sobre todo de una excesiva y apabullante positividad, que como lo señala el filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han nos conduce hacia una sociedad del cansancio.


Para rematar, lo más preocupante es que estos pseudo líderes despolitizados, no están dispuestos a ejercer acción política, una vez más porque lo importante es: a cuántos programas los inviten o el número de seguidores obtenidos. En su mayoría desconocen hasta las problemáticas que aquejan a su colonia y no se diga de las necesidades de su ciudad. Nunca han visitado otra región de su estado o su país. Lo importante es ser vistos en Instagram o Facebook.

Finalmente, resulta paradójico que en su mayoría aquellos jóvenes líderes despolitizados de derecha son rechazados e ignorados por el sector que defienden, y los de izquierda en ocasiones desprecian a los sectores que discursivamente buscan reivindicar o por lo menos no están dispuestos a la lucha de a pie. Quedan muchas cosas pendientes, por fortuna más adelante podemos seguir politizando.










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