La Teoría del ligue desde un enfoque de las partículas elementales
- Revista Afluente
- 17 sept 2020
- 3 Min. de lectura
Un cuento de Agni Garduño de 5º semestre de Ciencia Política
Es muy común pensar que la complejidad de las cosas implica un mayor entendimiento de éstas. Cuantas veces no ha pasado, que entre académicos, científicos e incontables esnobs intentan hacerse los interesantes, los poseedores de la verdad absoluta al explicar una simple teoría con un serie ad infinitum de “elaboradas” teorías e ininteligibles contextos; supuestos elaborados por obvias razones siempre por ellos mismos.
De tal forma, que si usted lector, espera o ansia una explicación detallada de cada palabra del presente texto, le sugiero de la manera más amable que consulte un diccionario de términos o una novela de Tolstoi y que con éstos logre su cometido de satisfacer su gula intelectual.
Sin mayor preámbulo, nuestra historia comienza con un sujeto clase mediero de nombre Ernesto Ising. Ising decide un día acudir al bar más próximo a su residencia, debido a que odia desviarse de su sistema de equilibrio (sistema en el cual le agrada conservar su movimiento interno), o lo que denominaremos de ahora en adelante espín.

Al adentrarse al bar, Ising percibe una anomalía: el estado desinhibido, ruidoso y caótico del lugar. Se da cuenta automáticamente que está rodeado de varios estados internos entre muchas partículas, digo personas.
Paulatinamente, los hombres y mujeres que se acercan a Ising le comunican una característica en particular: el agrado o desagrado de éstos hacia su personalidad reflejada en su espín. Entre esa misma sociedad que se reúne, sólo pueden existir dos estados, que son el resultado de tantos espíns en un modelo simple como el del bar.
El primero es un estado negativo, en el que dos sujetos no toleran el espín del otro, y por ende se repelan y se mueven a otro sitio. El segundo alude a un estado positivo, donde el “coste” o la “ganancia” de estar con una persona cuyo espín sea un tanto afín al tuyo, es la minimización de energía; la cual se traduce en un estado de equilibrio, donde ambas personas se evitan la penosa tarea de encontrar a alguien más y se establecen en un determinado lugar.

Ising trata de reflejar su espín en su campo magnético social, recurre a las primitivas técnicas del coqueteo casual, guiña un ojo a una que otra chica, le invita una margarita o un Miami Vice a la mujer más cercana a él, e incluso ejecuta un ritual de apareamiento que se evidencia en los insólitos pasos de baile que ocupa para subir la temperatura de su estado interior.
A lo lejos percibe a una joven que viste una falda corta color negro y una blusa rosa que le hace juego con los tacones de diez centímetros. La joven de nombre Marcela percibe un olor particular en el aire, una mezcla entre cigarro, hielo seco, cítricos y un toque de mentolado. Nota que esa huella olfativa proviene de un hombre que torpemente intenta bailar el último paso de moda; éste le parece un tanto lindo e ingenuo.
Conforme se va acercando Marcela a Ising, no únicamente el campo magnético y los espíns de los dos entran en juego, sino que existe un tercer factor en disputa: la esencia de ambos, su marca biológica o lo que se conoce en un léxico más académico: su huella micro biótica.

Aquella aura de olores, feromonas y microbios permitirá el intercambio de fluidos entre Marcela e Ising. Ambos creen que sus ritmos se estabilizarán, que sus estados internos por fin se van a conectar en este modelo sencillo conocido como bar; y que los microorganismos jugarán a su favor para acabar con su desesperación existencial.
Finalmente, colapsan, se alinean y juegan entre caricias. Sus estados se entienden y así consiguen generar un aroma único en su tipo y que sólo puede ser explicado por este sencillo modelo.
La buena nueva del modelo macroscópico permite el entendimiento de sistemas pequeños. Ising y Marcela se entienden, no gracias a sus proezas grandes, sino más bien a sus actos insignificantes. La belleza ingenua de la sencillez es la clave para aprehender del pandemónium en el que vivimos inmersos.
Bibliografía:
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